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La violencia como motivo y origen de los vegetarianos

Lisa Simpson vegetarianaLos vegetarianos han existido y seguirán existiendo. Si bien lo común es el rechazo a comer carne animal, no todos llegan a esta afirmación por el mismo camino. Existen grupos que consideran pernicioso para la salud comer esta clase de alimentos, otros a los que les resulta irrespetuoso con los animales (veganismo), etc… Pero lo que llama la atención es que un porcentaje importante de personas confluyen en esta práctica de un modo irreflexivo. Es decir, el disgusto a la comida de origen animal precede al razonamiento con el que justifican su postura. Este pre-juicio (dicho como idea pre-concebida) es un indicador de que el posicionamiento del individuo viene determinado por lo que le dicta su inconsciente. El caso del vegetarianismo de Hitler es conocido y, aunque quizá no sea el mejor ejemplo debido a las connotaciones negativas, puede servir para comprender a muchos vegetarianos que sienten una repulsión natural hacia la carne.
Hitler dejó de comer carne poco después del suicidio de Geli Raubal, su medio-sobrina con la que había mantenido practicas ominosas que casi con certeza eran principalmente de carácter sexual. El comportamiento de Hitler por estas fechas demuestra que sentía un cierto grado de culpabilidad por el fallecimiento de Raubal. Hacerse vegetariano le suponía impedir el tener que revivir el conflicto y percibirse a sí mismo como un asesino, al tiempo que también suponía un sacrificio espiritual con el que aplacaba su culpa. Curiosamente ofrecía carne a los demás, aunque él se negaba a probarla. Algo que lo separara de muchos vegetarianos que se niegan a consumir carne pero también desaprueban su consumo. En el caso de Hitler se podría decir que el conflicto no era con la idea de matar a alguien (ser humano o animal), sino con el hecho de hacerlo él mismo por medio de un contacto físico. Algo que también concuerda con la circunstancia de que siempre se negó a estar presente en cualquier clase de ejecución. Incluso cuando sus generales buscaron por todos los medios que presenciase lo que pasaba en el frente después de la derrota de Stalingrado, él siguió negándose.
Bien, Hitler puede no ser el mejor ejemplo, pero sí que es una muestra de cómo el inconsciente puede re-dirigir el comportamiento de una persona para evitar que se enfrente de nuevo con la evocación de la violencia o de un suceso violento. Si retomamos el mencionado caso de las personas que optan por ser vegetarianas antes de hacer ninguna clase de reflexión personal, observaremos cómo en muchos casos evitar revivir un episodio violento es lo que se encuentra detrás de su decisión y posterior racionalización. En los músicos encontramos casi siempre una vinculación a hechos dolorosos que fácilmente pueden tener un origen violento. Así no es de extrañar que músicos populares como Paul McCartney o Morrissey sean orgullosos y declarados vegetarianos. En el caso de McCartney parece que esta circunstancia le llevó además a la búsqueda de una justificación racional y a una demostración pública de que el vegetarianismo como modo de vida es sano, ético y recomendable para todos. Algo que quiso plasmar en el patrocinio que ejerció sobre un equipo ciclista que tenía como principal característica el alimentarse exclusivamente de forma vegetariana. En el caso de Morrissey observamos un comportamiento altamente neurótico (en muchas ocasiones sólo se relacionaba con los demás por medio de fax) que es un reflejo de la violencia padecida y que, con mucha probabilidad, buscó reprimir haciéndose vegetariano.

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A las personas no nos importa la verdad, queremos disfrutar.

Cypher en Matrix prefiriendo la mentira que es satisfactoriaLejos quedan ya las ilusiones de los ilustrados que, con su fe ilimitada en la razón, nos hacían creer que el ser humano es esencialmente racional y que, además, se guía por ella. Los maestros de la sospecha, entre otros, se encargaron de tumbar este mito. Pero la caída del mito del ser humano no termina aquí. No sólo no se rige por la razón, tampoco lo hace por la verdad. Si observamos con atención los comportamientos de la gente veremos que, en última instancia a nadie o, al menos, a casi nadie le importa realmente la verdad. Lo que todo el mundo realmente quiere es ser disfrutar. Lo que vulgarmente se conoce por “ser feliz” en la vida.
Oportunamente Freud puso a las claras lo que realmente significa este concepto popular de felicidad. En “Civilización y sus descontentos” explica cómo la gente se guía esencialmente por dos principios básicos:
“Pasaremos por lo tanto al asunto menos ambicioso de aquello que los hombres, con su misma conducta, muestran como la finalidad e intención de su vida. ¿Qué piden de la vida y qué desean lograr de ella? La respuesta no deja mayor lugar para la duda. Se esfuerza en pos de la felicidad; desean llegar a ser felices y seguir siéndolo. Este empeño tiene dos lados: una meta positiva y una negativa. Por una parte tiende a que no haya dolor ni displacer y por otra experimentar intensos sentimientos de placer. En su sentido más estricto, la palabra “felicidad” se refiere sólo a este último deseo.”
Lo más curioso de esta situación es que lo que se ha descrito anteriormente corresponde a cómo está conformada la estructura psíquica de los individuos y a ésta no se puede renunciar. Es decir, aunque todo el tiempo que existimos somos “nosotros”, cuando nos despertamos y recuperamos la consciencia tenemos la posibilidad de obrar o de permanecer pasivos (aunque sea hasta cierto punto), Bien, pues, incluso aunque decidamos permanecer al margen de esta circunstancia, los instintos básicos nos apremiarán. Nos veremos en la situación de no hacer nada y ver cómo el displacer ocasionado se apodera de nosotros, o, por el contrario, actuaremos movidos por la necesidad que mencionaba Freud de evitar el displacer. En definitiva, nos vemos impelidos a entrar en el juego de los dos principios básicos enunciados.
Con este panorama cabría calificar como algo insólito el que aparezca alguna persona que otorgue primacía absoluta a guiarse por la verdad (o, al menos, lo que estima que es la verdad) Y, pese a todo, existen esta clase de personas. Tomaré un caso conocido como ejemplo, el de Edmund Husserl.
Detrás del elaborado pensamiento que armó Edmund Husserl se encuentra siempre la necesidad psicológica y personal de encontrar una certeza. Husserl dedicó muchos años a armar un sistema que le permitiese conseguir esto. Finalmente no lo consiguió (algo que no resta méritos a sus esfuerzos ni valor a su trabajo), pero lo decisivo para el tema en el que nos encontramos es que el ansia insólita por primar la verdad que tuvo Husserl se basa, con toda probabilidad, en una obsesión de carácter neurótico. Si suponemos que Husserl puede ser un caso de referencia nos encontramos con dos clases de personas. Un primer grupo mayoritario de gente que atiende en última instancia a los impulsos de su inconsciente, y un segundo grupo, muy minoritario, que puede hacer primar la verdad motivado por las relaciones de inadaptación con la realidad que ha formado. Inadaptación que precisamente es la que motiva su búsqueda de la verdad a través de la faceta intelectual y que, en muchas ocasiones viene dada por el entorno humano que ha tenido a su alrededor.

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Bullying: El perfil común del acosador escolar

El acosador escolar en el bullyingSi bien los acosadores adolescentes se encuentran en posición de discernir entre el bien y el mal, cosa que los obliga a asumir la parte principal de responsabilidad, también es necesario resaltar que no se debe de focalizar todas las culpas únicamente en ellos. Esto es así porque no sólo ellos fracasan, también el sistema educativo que debía de haberlos guiado.
En el perfil más común del acosador tenemos a un adolescente que no ha encontrado un verdadero camino con el que realizarse como persona y que busca una salida fácil a su propio conflicto mediante el hostigamiento. Tiende a proceder de hogares en los que hay una falta de cariño entre los miembros de la familia y en los que la agresividad es marcada de una u otra manera, con lo que el niño fácilmente puede desarrollar la habitual ira incontrolada además del común carácter violento que, además, va unido a una baja tolerancia a la frustración (Iñaki Piñuel y Araceli Oñate, 2006). Esta vinculación con la violencia hace que perciba las relaciones humanas bajo la relación de poder o de sumisión y que su distorsión cognitiva sea vea alterada ya que, al sentirse fácilmente amenazado por su entorno, justificará sus agresiones desde esta percepción. Un razonamiento similar al que usaba Hitler para justificar la necesidad de la guerra, porque, a su modo de ver, si su país no atacaba se vería inevitablemente sometido por enemigos que no existían más que en su mente. Lo mismo podría decirse de la más reciente justificación norteamericana de “guerra preventiva”. Visto lo anterior el acosador intentará evitar las situaciones de aislamiento o de soledad ante sus compañeros y se centrará en procurar dominarlos (Olweus, 1993).
En la clase de hogares descrita también suele haber permisividad o indiferencia respecto al comportamiento del niño, hasta el punto de mantenerlo en una situación de semiabandono. Recordemos que anteriormente ya se aludió a que el simple hecho de que un adolescente pase varias horas al día viendo la televisión ya le supone una alta probabilidad de ver aumentado su nivel de agresividad. Es por esto que la falta de presencia real de los padres supone a los adolescentes un desconocimiento del significado de la autoridad y del sentido de la responsabilidad (frecuentemente suelen culpar a los demás de sus propios errores). En el tema de la autoridad hay que matizar la diferencia entre autoridad moral y el autoritarismo. Mientras que el segundo concepto se basa en la imposición de criterios no justificados y, por lo tanto, fluye en una única dirección; la verdadera autoridad supone una bidireccionalidad mediante la que el paciente (el niño) reconoce el mayor desarrollo personal del agente (los padres) y voluntariamente cede una parte de su autonomía porque es consciente de que es lo adecuado tanto desde el punto de vista moral como desde el lado práctico. Si las situaciones de autoritarismo son nefastas y tienden a producir niños rebeldes, la ausencia de autoridad paternal puede suponer la indiferencia hacia las normas de convivencia. Ciertamente el niño puede comprender que existen una serie de normas sociales bajo las que debe de desenvolverse, pero no las tendrá interiorizadas. Es por esto que en un contexto puede asumirlas de cara a los demás pero, en cuanto se sienta impune, preferirá primar sus propias apetencias. Esta oscilación es similar al comportamiento de muchos torturadores adultos que, siendo correctos padres de familia, pueden infringir daño de forma deliberada y al poco rato retomar su vida familiar como si no hubiese sucedido nada. También en ambos casos se da un baja empatía hacia los demás. Actitud ésta que es constante entre los niños acosadores y que suele ser proporcional al nivel de agresividad. Es decir, a menor empatía mayor nivel de agresividad (María Victoria Trianes Torres, 2000).
Hay que tener en cuenta que el acosador, merced a su condición, se sitúa en una posición de líder grupal. Es decir, él suele llevar alguna clase de iniciativa en la situación en la que se desarrolla el acoso. Para esto se hace necesario un no poco frecuente alto nivel de autoestima (Batsche y Knoff, 1994) o, cuando menos, un nivel próximo a los promedios de una persona común. En cualquier caso será muy improbable que la autoestima sea realmente baja durante un periodo de tiempo prolongado. Es por esto que, pese a poder tener alguna clase de complejos, buscará resolverlos autoafirmándose.
Es común que los acosadores tengan más posibilidades de entrar en el mundo de las drogas blandas (tabaco, alcohol,..) y, casi siempre, repiten o han repetido algún curso. Así mismo el acosador adolescente empieza un camino en el que aumentan sus posibilidades de entrar en el campo de violencia cuando llegue a ser adulto. Según José María Avilés Martínez (2002) una cuarta parte del total terminará con algún tipo de problema con la justicia. Kiyonaga, Mugishima y Takahashi (1985,1986) y Mugishima, Kiyonaga y Takahashi (1985) han encontrado una vinculación directa entre la clase de maltrato de los agresores y el tipo de delincuencia que ejercerán en el futuro. Así resulta frecuente que los acosadores, como también señala David Harrington, repitan su comportamiento en el ámbito familiar (violencia de género, violencia hacia los hijos, etc...) o en el laboral (mobbing).

Nota: En el 2006 El País publicó un artículo de Patricia Ortega Dolz que, en su momento, fue muy polémico pero que, sin embargo, resulta interesante para ilustrar algunos de los rasgos aquí mencionados. Su título era: “Soy de los que pegan”.

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Antibullying: Qué hacer y cómo actuar ante el acoso escolar.

Aunque tenía una idea del respaldo social que existe hacia la violencia como “modo de solucionar” los conflictos, tengo que reconocer que no deja de sorprenderme el alto grado de apoyo que ésta tiene para afrontar los problemas de acoso escolar. En el caso de Casey Heynes se ha visto como la casi totalidad de las opiniones populares legitiman el que una de las partes se tome la justicia por su mano. Algo que, a mi modo de ver, deja claro el nivel de desconocimiento social que tenemos de este problema y, además, es una prolongación de la mentalidad violenta de la sociedad actual.
Lo primero que hay que dejar bien claro es que es insólito que un psicólogo que conozca medianamente el tema del bullying afirme que la violencia (del tipo y dirección que sea) supone algún tipo de solución real. Es verdad que esta afirmación procede principalmente de una perspectiva científica y que, además, los psicólogos (al igual que cualquier otra persona) no son “seres neutros” que puedan hacer una interpretación completamente objetiva del tema. Todo conocimiento implica una hermenéutica, un tipo de interpretación. Inevitablemente hasta la ciencia se ve inmersa en una ideología. Sin embargo la comprensión de la violencia como fenómeno (algo de lo que se podría hablar muy extensamente) deja claro que es un mal en sí y que, como tal, predispone a generar más mal. Así pues no es que la violencia no sea una solución en el caso del bullying porque los psicólogos la rechacen, es que tampoco supone un camino adecuado en otros ámbitos.
En el caso del acoso escolar lo primero que hay que comprender es que no es una situación en la que solamente intervienen dos partes (agresor/es y agredido), sino que los espectadores forman un tercer grupo al mismo nivel que los dos anteriores. Cualquier persona, por el mero hecho de ser testigo de una situación de bullying, se ve envuelta en ella (lo quiera o no). Esto es así porque en cualquier opción que escoja se verá afectado, no existe la neutralidad. Si decide eludir el problema aumentará su temor de poder llegar a ser víctima y, además, su propia humanidad quedará deteriorada. Caso de que decida actuar la implicación ya será más evidente. Así pues contemplaremos las pautas a seguir desde estas tres partes.

DESDE EL NIÑO AGRESOR
Los padres del niño agresor deben de asimilar que el bullying no es una circunstancia casual, sino la prolongación esperable de una mala educación del niño. En cuanto a esto la principal responsabilidad es de los padres, pero también hay que incluir (aunque en menor medida) a los centros educativos o a la sociedad. Así pues el primer problema para un padre es asimilar que, en alguna medida, está fracasando educativamente con su hijo. Tristemente el camino más frecuente para los padres del niño agresor suele ser culpar a los demás de la situación y exculpar al hijo propio. Se podría decir que aquí se une la tozudez mental con la malinterpretación de lo que es el amor paternal. Obviamente los padres deben de velar por el desarrollo de su hijo y no por defenderlo a toda costa cuando es él el culpable. Afortunadamente hay casos en los que los padres tienen la madurez suficiente como para afrontar el problema. Recientemente tenemos el caso la madre de Casey Heynes, que ha abominado de la agresión defensiva de su hijo, o el quizás excesivo caso del padre que llevó a sus dos hijos a comisaría para denunciarlos por acoso escolar.
En este punto lo crucial es hacer cambiar al niño de actitud haciendo que comprenda lo que significa su comportamiento. Tanto el centro educativo como los padres tienen que evitar banalizar los actos violentos y hacerle ver que esto es algo no menos importante que su expediente académico. Debe de reconocer sinceramente su error y enmendar el daño que haya hecho. Sin llegar a excesos conductistas hay que fomentar que obtenga satisfacciones de una conducta positiva y recriminaciones ante cualquier indicio de acoso escolar. También los padres deben de asimilar que este fracaso de su hijo (no hay que disfrazarlo con ninguna otra palabra) es también un fracaso suyo como modelos educativos. Los niños funcionan en buena medida por imitación y si los padres permiten o ejercen la violencia de alguna manera es fácil que el niño vea justificado el uso de ella ante sus semejantes.

DESDE LA VÍCTIMA
El primer problema de la víctima es la vergüenza debido a lo humillante de la situación en la que se encuentra. Fácilmente desarrollará sentimientos de culpa que le lleven a pensar que ha hecho algo equivocado y que ello ha motivado la situación de acoso. Estos sentimientos de culpabilidad y baja autoestima son parejos a los que también suelen padecer las víctimas de violencia de género. Resulta básico acabar con esta situación y hacerle ver al niño que es no es el culpable, sino la víctima. Principalmente para que no se infrinja más daño del que ya ha recibido, pero también porque el permanecer en esa situación le dificultará más el poder solucionarla. Hay que tener en cuenta que el acoso escolar, en cuanto a que fomenta que las víctimas pierdan el control sobre sus vidas, también genera impotencia en ellas. Así pues se debe de fomentar que el niño sienta seguridad para comunicar su situación y se le debe de hacer ver que tiene que afrontar el problema.
Resulta clave comprender que el niño es víctima de un “fenómeno de carácter social”. Bajo ningún concepto se debe de pensar que es un problema suyo que tiene que resolver por sus propios medios. Nadie quiere estar en esa circunstancia y si el niño hubiese podido solucionarlo por él mismo ya lo habría hecho desde el comienzo. Recordemos de nuevo que la baja autoestima e impotencia que conlleva la victimización hace que el niño no se encuentre en igualdad de condiciones. Además el bullying es en esencia una actitud sádica contra alguien que se encuentra en inferioridad. Esta inferioridad, que también pruebe el propio bullying, se da en varios terrenos. Precisamente el asentimiento social o, directamente, la desventaja numérica en la que se encuentra el agredido son algunos de los factores que consolidan esta desventaja.
Es necesario revertir la situación. Para ello los padres o incluso el propio implicado deben de hablar con los responsables de lo que esté sucediendo para buscar un fin inmediato. Primeramente con los encargados del centro escolar y también con los profesores. Igualmente hay que hablar con los padres de los niños implicados. Especialmente con los de los niños agresores, pero también (si es posible) con los de los niños que están en la posición de espectadores.
El niño deberá de intentar no mostrar señales de debilidad que inciten a un agresor a creer que tiene posibilidades de ejercer la violencia. También es conveniente que procure que su situación sea desconocida fuera del ámbito de la propia agresión. Para ello es importante evitar los lugares que carecen de vigilancia en los centros educativas (pasillos, lugares de recreo, etc…) que pueden propiciar el sentimiento de impunidad de sus agresores.

DESDE LOS NIÑOS ESPECTADORES
Uno de los principales problemas de este apartado es la tendencia habitual a considerar que delata la situación es un “chivato”. Debe romperse esta imagen y hacer ver que no es admisible la pasividad cuando están agrediendo a un semejante. Como anteriormente decía, el bullying también daña a toda persona que lo presencia y decide no darse por aludido. Para empezar genera miedo en los espectadores que, al observar una situación en la que un igual es agredido, perciben que ellos pueden verse involucrados en cualquier momento. Este miedo también destroza la humanidad de los espectadores (lo insensibiliza), fomenta un carácter egoísta y respalda la competitividad bajo el imperativo de la violencia. Por lo tanto es fundamental asimilar que el bullying no es sólo un problema a dos bandas entre agresor y agredido, incumbe también a las personas que lo presencian o lo admiten.

EL PAPEL DEL CENTRO EDUCATIVO
Teniendo en cuenta que mientras los niños se encuentran en el centro educativo se encuentran bajo sus reglas y su potestad hay que considerar a sus dirigentes como últimos responsables de cualquier situación que se pueda dar allí. Tanto para lo bueno, como para lo malo. Es obligación suya el velar, no sólo por la educación de los niños que están bajo su tutela, sino también de su seguridad. Teniendo en cuenta que el bullying es un fenómeno escolar recurrente [1] se hacen necesarias medidas preventivas para evitar o paliar en todo lo posible su desarrollo. Una de ellas es fomentar que cualquier caso o indicio de bullying sea rápidamente denunciado. Una opción podría ser establecer un buzón anónimo para las quejas que esté a disposición de cualquier implicado.
Así mismo los profesores deben de velar porque exista un entorno favorable para la igualdad y desfavorable para las situaciones de acoso escolar. Por ejemplo, si observamos los estudios que demuestran que la situación “geográfica” de un niño en clase ya favorece o dificulta la comunicación [2], comprenderemos que la potestad de un profesor para cambiar a los alumnos de pupitre resulta importante para el tipo de relaciones sociales entre los alumnos. Es por esto que podría resultar nefasto arrinconar a un niño que ya tiene dificultades de comunicación. El centro educativo también debe de crear un “marco social” que combata el asentimiento social de las situaciones de bullying. Es necesario dejar muy claro que ninguna situación de acoso escolar quedará bien vista por los demás pero, al mismo tiempo, se debe de evitar toda incitación a un linchamiento público. Tanto para el acosado como para el acosador. Hay que hacer ver que el acosado es una persona como otra cualquiera [3] y que un comportamiento acosador no es admitido sin que por ello se margine al agresor.
También es responsabilidad del centro el anular todo espacio que quede fuera de su vigilancia. Para ello adoptará las medidas que sean necesarias. Por ejemplo, haciendo que los profesores se encarguen de la vigilancia en los pasillos.

[1] Ya hay varios estudios que certifican esta situación. Por ejemplo, se puede consultar on-line el ”Informe Cisneros X” realizado por por Iñaki Piñuel Zabala y Araceli Oñate Cantero en la circunscripción de España.
[2] Un niño con compañeros a ambos lados de su pupitre tiene más posibilidades de establecer comunicación con sus compañeros de clase que uno que se encuentre junto a una pared.
[3] De hecho el que cualquier escolar sea susceptible de ser víctima de una situación de bullying es conclusión frecuente en la mayoría de los estudios hechos hasta ahora.

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El acoso escolar en Casey Heynes: el bullying y el vídeo.

Recientemente ha saltado en los medios de comunicación el caso de Casey Heynes, el acosado escolar que se tomó la venganza por su cuenta. Por los pocos detalles que se pueden comprobar a través de los medios de comunicación parece ser una situación común de bullying. Lo que realmente lo hace peculiar es lo llamativo del vídeo que se ha difundido y la fortísima repercusión social que está teniendo (esta mañana incluso llegó a ser “trend topic” en twitter). Lo que no parece ser mencionado en los medios de masas es que, paradójicamente, la grabación de ese vídeo tenía una clara intencionalidad de ciberbullying. Digo esto porque, vista la situación que se nos presenta, no parece que el desenlace fuese a ser el que realmente fue. Es decir, la situación real es que un grupo de escolares graba las imágenes de un acoso escolar, sin impedirlo (pasividad que es recurrente en situaciones de bullying), y muy probablemente con el afán de difundirlas aunque el agredido no hubiese respondido. Cosa que, al ser una prolongación del acoso mediante la difusión en internet, se constituye en otra variante. El mencionado cyberbullying.

Uno de los primeros detalles que resultan llamativos en el vídeo es la mayor fuerza física del agredido respecto del niño agresor. No sólo por lo que sugiere la diferencia de apariencia física, sino también por el hecho de que cuando el niño agresor le da un puñetazo a Casey, éste físicamente ni se inmuta mientras que en cuanto decide devolver la agresión no tiene problema en infligir a su víctima el daño que le apetece. Esta circunstancia delata el haber llegado a una situación de un alto grado de acoso en la que el agresor ya se sentía completamente impune. Así pues la descripción que se da en los artículos que tratan este tema, en la que se alega que Casey sufría una prolongada situación de acoso escolar con una victimización consolidada, podría estar en lo cierto y más si vemos que su situación había llegado a uno de los niveles más altos del acoso que se da entre los chicos (a diferencia de lo que sucede con las chicas), la agresión física. Posiblemente esta aparente pasividad de Casey para devolver las agresiones haya sido uno de los detonantes para que llegase a ser escogido dentro de su grupo como víctima y para que el hostigamiento se prolongase en el tiempo (algo fundamental en las situación de acoso). Además el hecho de que sea un niño con apariencia fuerte seguramente haya hecho más excitante a sus acosadores el hecho de saberse con dominio sobre él.
A mi modo de ver la situación que podemos observar en el vídeo también podría ser un ejemplo de una de las explicaciones más comunes de las teorías que explican la violencia, la de la mímesis de René Girard. Aunque a primera vista podrían resultar exageradas las descripciones de Girard de cómo la violencia “contamina” todo cuanto se encuentra a su alrededor (él lo ejemplifica con la soga del ahorcado en un árbol y la violencia que se traslada a su entorno), lo cierto es que en este caso vemos como una persona primeramente remisa a la violencia como es Casey termina convirtiéndose en una agresora como su atacante. Bien es cierto que aquí podría considerarse como “violencia defensiva”, pero también es verdad que la violencia (y aquí vuelvo a Girard) no entiende de razones. Funciona bajo las mismas reglas la ejerza quién la ejerza.
Como este suceso está teniendo una repercusión social inusitada (hasta hay admiradores que le acaban de hacer a Casey una web y una cuenta de twitter) resulta también importante considerarlo desde el plano sociológico. Luego de tantear las opiniones desde distintos lugares (aquí hay una hilo grande de comentarios) no dejo de asombrarme del papel heroico que se le otorga a este chico y que, además, es uno de los motivos principales de que este caso esté teniendo tanta repercusión, o de la banalización de una escena tan violenta (el apodo de Zanguief, motivado por la analogía respecto al tipo de agresión y a la corpulencia, es una muestra de ello). La opinión más extendida parece ser la que justifica la acción de Casey (en las imágenes se ve que es una agresión muy dura que pudo tener graves consecuencias). Detrás de esta opinión común parece subyacer la idea de que el fin justifica los medios. Algo que ha sido muy extendido por los ideales propagados, principalmente desde Norteamérica, mediante la televisión o el cine (véase Chuck Norris y similares). Precisamente Ross y Bandura (1963) ya demostraron que este tipo de modelos violentos se pueden irradiar mediante la imitación. No hay que olvidar que la televisión, además de ser generadora de violencia (Eron y Huesmann (1986) y Pearl, Bouthilet y Lazar (1988)) es el principal agente educativo para el grueso de la población. Mediante la televisión se asumen como propios los principales valores de la sociedad. De forma que si, por ejemplo, nos encontramos en una sociedad altamente competitiva y agresiva, estos valores serán trasmitidos de una forma más o menos velada mediante la televisión y el cine hasta ofrecer a la población un referente al que poder aproximarse y que será considerado como “lo normal”.

ACTUALIZACIÓN:
Con posterioridad a la publicación de este artículo ha aparecido una entrevista con Casey Heynes en la que se habla de este tema.

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¿Qué es el acoso escolar o bullying? Definición y delimitación.

Bullyng - acoso escolar

El acoso escolar, también denominado bullying, es un fenómeno de reciente estudio. Aunque se podría decir aquello de que el colegio ha sido siempre “una ciudad sin ley” entre los alumnos, lo cierto es que hasta que no comenzaron a aparecer en los medios de comunicación los primeros casos de suicidio el problema no fue tomado en serio. La primera vez que se menciona como tema de estudio es por parte del psiquiatra sueco Peter Paul Heinemann (1969), que lo describió como mobbing y lo definió como “la agresión de un grupo de alumnos contra uno de sus miembros que interrumpe las actividades ordinarias del grupo”.
Después de la primera búsqueda de Heinemann ha habido otra serie de intentos de definición teniendo en la que ofrece Dan Olweus (1999) la que ha encontrado mayor consenso por parte de los estudiosos del tema. La definición es la siguiente: “Decimos que un estudiante está siendo intimidado cuando otro estudiante o grupo de estudiantes dicen cosas mezquinas o desagradables, se ríe de él o de ella o le llama por nombres molestos o hirientes. Le ignora completamente, le excluye de su grupo de amigos o le retira de actividades a propósito. Golpea, patea y empuja, o le amenaza, Cuenta mentiras o falsos rumores sobre él o ella, le envía notas hirientes y trata de convencer a los demás para que no se relacionen con él o ella. Acciones como ésas ocurren frecuentemente y es difícil para el estudiante que está siendo intimidado defenderse por sí mismo. También es bullying cuando un estudiante está siendo molestado repetidamente de forma negativa y dañina. Pero no lo podemos llamar bullying cuando alguien se mete con otro de forma amistosa o como en un juego. Tampoco es bullying cuando dos estudiantes de la misma fuerza discuten o pelean.”
Lo primero que podría llamar la atención es lo extenso y lo diverso de esta definición, algo que resulta especialmente curioso si nos damos cuenta de que la esencia de las definiciones es estar orientadas en sentido contrario. Pero el bullying es un fenómeno por el que se daña a otra persona mediante diversos caminos, medios y agentes. Algo que complica hacer una definición reducida y completamente estricta. En España también han existido otra serie de intentos para formular una definición. Entre los más reconocidos esfuerzos por establecer una delimitación están los siguientes:
Díaz Aguado (1996) también menciona una serie de características que suceden en todos los casos de bullying. Algo que no constituye una definición pero ayuda a caracterizar el fenómeno.
1-Es variado: puede implicar burlas, amenazas, intimidaciones, agresiones físicas, etc… Esta característica justificaría en buena medida la necesidad de la extensión de la definición de Dan Olweus y revelaría que lo que subyace a los distintos modos es la voluntariedad de ejercer daño.
2-Es prolongado en el tiempo, con lo que logran un proceso de victimización.
3-Se produce en lugares en los que el agresor y el agredido deben convivir necesariamente.
4-Está provocado por un individuo o grupo de individuos contra los que la víctima se siente indefensa.
5-Es un fenómeno que se repite debido a la ignorancia o a la pasividad de quienes rodean a la víctimas y agresores.
Según la definición de Cerezo Ramírez(1998) el bullying sería la violencia mantenida, mental o física, guiada por un individuo o por un grupo y dirigida contra otro individuo que no es capaz de defenderse a sí mismo en esa situación, y que se desarrolla en el ámbito escolar. En cuanto a esto se podría objetar el circunscribirlo al ámbito escolar porque, si bien el acoso escolar tiene como eje la escuela, éste y sus características no tienen por qué desaparecer una vez traspasados sus límites.
Sanmartín (2005) salva los problemas de delimitación de Cerezo (1998), aunque permanece en la ambigüedad cuando tiene que explicar el fenómeno. Parte de una doble distinción. Primeramente estaría la violencia escolar, que es cualquier comportamiento dañino que se da en el aula, centro escolar, alrededores, actividades extraescolares pero de forma ocasional y, hasta cierto punto, de forma natural. En segundo lugar estaría el acoso escolar, que es una forma de violencia extrema, verdaderamente dañina, persistente, sistemática, opresiva, intimidatoria y, en quién la padece, suele causar exclusión social y otra serie de consecuencias negativas.
Iñaki Piñuel y Araceli Oñate (2005) definen el acoso escolar de la siguiente manera: “Un continuado y deliberado maltrato verbal y modal que recibe un niño por parte de otro u otros, que se comportan con él cruelmente con el objeto de someterlo, apocarlo, asustarlo, amenazarlo y que atentan contra la dignidad del niño.” Así mismo se distinguen dos modalidades: La primera es, el acoso o matonismo, que engloba la violencia física (agresiones) y la intimidación física (amenazas e intimidación). Esta modalidad se daría aproximadamente en un 10% de los casos. En segundo lugar la violencia psicológica, que engloba la violencia verbal (hostigamiento y coacciones) y la violencia social (exclusión social, bloqueo social y manipulación social), El porcentaje general de esta modalidad lo cifran en torno al 90%.
Así mismo Piñuel y Oñate (2006) señalan distintos fenómenos que frecuentemente suele ir unidos al acoso:
1)Síndrome de negación de la institución, donde además se realiza una banalización y trivialización de lo que significa la violencia.
2)Error básico de atribución. Bajo el que se le otorga a la víctima la responsabilidad de lo que ocurre.
3)Un proceso de victimización secundaria del acosado.
4)Pacto de silencio y pacto de mutua indiferencia entre las partes implicadas.
5)Mecanismos grupales de chivo expiatorio para restablecer la unidad del grupo.
Lo que parece claro es que mediante el acoso escolar se pretende establecer una relación de dominio sobre otra persona mediante la violencia. Es por esto que el acoso escolar es susceptible de traspasar los límites escolares y de esta forma haya encontrado nuevas vías en el más reciente ciberbullyng (acoso por medio de internet) o mediante “Dating violence” (acoso entre parejas de adolescentes). El ciberbullyng parecería diverger de una de las características principales que están generalmente asumidas, la de la continuidad en el tiempo. Esto es así porque en cuanto una sola vejación queda en internet se produce un hecho nuevo ya que no es necesario repetir los actos violentos para seguir ejerciendo violencia y dominación. Por este camino un único acto puede seguir haciendo daño de forma continuada.
En el vídeo que hay acontinuación aparece Dan Olweus hablando sobre el fenómeno del bullying.

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