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Antibullying: Qué hacer y cómo actuar ante el acoso escolar.

Aunque tenía una idea del respaldo social que existe hacia la violencia como “modo de solucionar” los conflictos, tengo que reconocer que no deja de sorprenderme el alto grado de apoyo que ésta tiene para afrontar los problemas de acoso escolar. En el caso de Casey Heynes se ha visto como la casi totalidad de las opiniones populares legitiman el que una de las partes se tome la justicia por su mano. Algo que, a mi modo de ver, deja claro el nivel de desconocimiento social que tenemos de este problema y, además, es una prolongación de la mentalidad violenta de la sociedad actual.
Lo primero que hay que dejar bien claro es que es insólito que un psicólogo que conozca medianamente el tema del bullying afirme que la violencia (del tipo y dirección que sea) supone algún tipo de solución real. Es verdad que esta afirmación procede principalmente de una perspectiva científica y que, además, los psicólogos (al igual que cualquier otra persona) no son “seres neutros” que puedan hacer una interpretación completamente objetiva del tema. Todo conocimiento implica una hermenéutica, un tipo de interpretación. Inevitablemente hasta la ciencia se ve inmersa en una ideología. Sin embargo la comprensión de la violencia como fenómeno (algo de lo que se podría hablar muy extensamente) deja claro que es un mal en sí y que, como tal, predispone a generar más mal. Así pues no es que la violencia no sea una solución en el caso del bullying porque los psicólogos la rechacen, es que tampoco supone un camino adecuado en otros ámbitos.
En el caso del acoso escolar lo primero que hay que comprender es que no es una situación en la que solamente intervienen dos partes (agresor/es y agredido), sino que los espectadores forman un tercer grupo al mismo nivel que los dos anteriores. Cualquier persona, por el mero hecho de ser testigo de una situación de bullying, se ve envuelta en ella (lo quiera o no). Esto es así porque en cualquier opción que escoja se verá afectado, no existe la neutralidad. Si decide eludir el problema aumentará su temor de poder llegar a ser víctima y, además, su propia humanidad quedará deteriorada. Caso de que decida actuar la implicación ya será más evidente. Así pues contemplaremos las pautas a seguir desde estas tres partes.

DESDE EL NIÑO AGRESOR
Los padres del niño agresor deben de asimilar que el bullying no es una circunstancia casual, sino la prolongación esperable de una mala educación del niño. En cuanto a esto la principal responsabilidad es de los padres, pero también hay que incluir (aunque en menor medida) a los centros educativos o a la sociedad. Así pues el primer problema para un padre es asimilar que, en alguna medida, está fracasando educativamente con su hijo. Tristemente el camino más frecuente para los padres del niño agresor suele ser culpar a los demás de la situación y exculpar al hijo propio. Se podría decir que aquí se une la tozudez mental con la malinterpretación de lo que es el amor paternal. Obviamente los padres deben de velar por el desarrollo de su hijo y no por defenderlo a toda costa cuando es él el culpable. Afortunadamente hay casos en los que los padres tienen la madurez suficiente como para afrontar el problema. Recientemente tenemos el caso la madre de Casey Heynes, que ha abominado de la agresión defensiva de su hijo, o el quizás excesivo caso del padre que llevó a sus dos hijos a comisaría para denunciarlos por acoso escolar.
En este punto lo crucial es hacer cambiar al niño de actitud haciendo que comprenda lo que significa su comportamiento. Tanto el centro educativo como los padres tienen que evitar banalizar los actos violentos y hacerle ver que esto es algo no menos importante que su expediente académico. Debe de reconocer sinceramente su error y enmendar el daño que haya hecho. Sin llegar a excesos conductistas hay que fomentar que obtenga satisfacciones de una conducta positiva y recriminaciones ante cualquier indicio de acoso escolar. También los padres deben de asimilar que este fracaso de su hijo (no hay que disfrazarlo con ninguna otra palabra) es también un fracaso suyo como modelos educativos. Los niños funcionan en buena medida por imitación y si los padres permiten o ejercen la violencia de alguna manera es fácil que el niño vea justificado el uso de ella ante sus semejantes.

DESDE LA VÍCTIMA
El primer problema de la víctima es la vergüenza debido a lo humillante de la situación en la que se encuentra. Fácilmente desarrollará sentimientos de culpa que le lleven a pensar que ha hecho algo equivocado y que ello ha motivado la situación de acoso. Estos sentimientos de culpabilidad y baja autoestima son parejos a los que también suelen padecer las víctimas de violencia de género. Resulta básico acabar con esta situación y hacerle ver al niño que es no es el culpable, sino la víctima. Principalmente para que no se infrinja más daño del que ya ha recibido, pero también porque el permanecer en esa situación le dificultará más el poder solucionarla. Hay que tener en cuenta que el acoso escolar, en cuanto a que fomenta que las víctimas pierdan el control sobre sus vidas, también genera impotencia en ellas. Así pues se debe de fomentar que el niño sienta seguridad para comunicar su situación y se le debe de hacer ver que tiene que afrontar el problema.
Resulta clave comprender que el niño es víctima de un “fenómeno de carácter social”. Bajo ningún concepto se debe de pensar que es un problema suyo que tiene que resolver por sus propios medios. Nadie quiere estar en esa circunstancia y si el niño hubiese podido solucionarlo por él mismo ya lo habría hecho desde el comienzo. Recordemos de nuevo que la baja autoestima e impotencia que conlleva la victimización hace que el niño no se encuentre en igualdad de condiciones. Además el bullying es en esencia una actitud sádica contra alguien que se encuentra en inferioridad. Esta inferioridad, que también pruebe el propio bullying, se da en varios terrenos. Precisamente el asentimiento social o, directamente, la desventaja numérica en la que se encuentra el agredido son algunos de los factores que consolidan esta desventaja.
Es necesario revertir la situación. Para ello los padres o incluso el propio implicado deben de hablar con los responsables de lo que esté sucediendo para buscar un fin inmediato. Primeramente con los encargados del centro escolar y también con los profesores. Igualmente hay que hablar con los padres de los niños implicados. Especialmente con los de los niños agresores, pero también (si es posible) con los de los niños que están en la posición de espectadores.
El niño deberá de intentar no mostrar señales de debilidad que inciten a un agresor a creer que tiene posibilidades de ejercer la violencia. También es conveniente que procure que su situación sea desconocida fuera del ámbito de la propia agresión. Para ello es importante evitar los lugares que carecen de vigilancia en los centros educativas (pasillos, lugares de recreo, etc…) que pueden propiciar el sentimiento de impunidad de sus agresores.

DESDE LOS NIÑOS ESPECTADORES
Uno de los principales problemas de este apartado es la tendencia habitual a considerar que delata la situación es un “chivato”. Debe romperse esta imagen y hacer ver que no es admisible la pasividad cuando están agrediendo a un semejante. Como anteriormente decía, el bullying también daña a toda persona que lo presencia y decide no darse por aludido. Para empezar genera miedo en los espectadores que, al observar una situación en la que un igual es agredido, perciben que ellos pueden verse involucrados en cualquier momento. Este miedo también destroza la humanidad de los espectadores (lo insensibiliza), fomenta un carácter egoísta y respalda la competitividad bajo el imperativo de la violencia. Por lo tanto es fundamental asimilar que el bullying no es sólo un problema a dos bandas entre agresor y agredido, incumbe también a las personas que lo presencian o lo admiten.

EL PAPEL DEL CENTRO EDUCATIVO
Teniendo en cuenta que mientras los niños se encuentran en el centro educativo se encuentran bajo sus reglas y su potestad hay que considerar a sus dirigentes como últimos responsables de cualquier situación que se pueda dar allí. Tanto para lo bueno, como para lo malo. Es obligación suya el velar, no sólo por la educación de los niños que están bajo su tutela, sino también de su seguridad. Teniendo en cuenta que el bullying es un fenómeno escolar recurrente [1] se hacen necesarias medidas preventivas para evitar o paliar en todo lo posible su desarrollo. Una de ellas es fomentar que cualquier caso o indicio de bullying sea rápidamente denunciado. Una opción podría ser establecer un buzón anónimo para las quejas que esté a disposición de cualquier implicado.
Así mismo los profesores deben de velar porque exista un entorno favorable para la igualdad y desfavorable para las situaciones de acoso escolar. Por ejemplo, si observamos los estudios que demuestran que la situación “geográfica” de un niño en clase ya favorece o dificulta la comunicación [2], comprenderemos que la potestad de un profesor para cambiar a los alumnos de pupitre resulta importante para el tipo de relaciones sociales entre los alumnos. Es por esto que podría resultar nefasto arrinconar a un niño que ya tiene dificultades de comunicación. El centro educativo también debe de crear un “marco social” que combata el asentimiento social de las situaciones de bullying. Es necesario dejar muy claro que ninguna situación de acoso escolar quedará bien vista por los demás pero, al mismo tiempo, se debe de evitar toda incitación a un linchamiento público. Tanto para el acosado como para el acosador. Hay que hacer ver que el acosado es una persona como otra cualquiera [3] y que un comportamiento acosador no es admitido sin que por ello se margine al agresor.
También es responsabilidad del centro el anular todo espacio que quede fuera de su vigilancia. Para ello adoptará las medidas que sean necesarias. Por ejemplo, haciendo que los profesores se encarguen de la vigilancia en los pasillos.

[1] Ya hay varios estudios que certifican esta situación. Por ejemplo, se puede consultar on-line el ”Informe Cisneros X” realizado por por Iñaki Piñuel Zabala y Araceli Oñate Cantero en la circunscripción de España.
[2] Un niño con compañeros a ambos lados de su pupitre tiene más posibilidades de establecer comunicación con sus compañeros de clase que uno que se encuentre junto a una pared.
[3] De hecho el que cualquier escolar sea susceptible de ser víctima de una situación de bullying es conclusión frecuente en la mayoría de los estudios hechos hasta ahora.

11 comentarios:

Dizdira Zalakain dijo...

En este asunto estamos muy en desacuerdo. Ya he mostrado mi desacuerdo sobre la justificación ética de la violencia. Se dice que la violencia engendra violencia. Es una bonita teoria. Pero lo que yo percibo en el mundo es que la violencia surge sin que haya habido antes violencia previa y que la no-violencia no frena en absoluto a la violencia. No me atrevería yo a decirle a un padre libio cuyo niño ha sido asesinado por un piloto francés que el origen de esa violencia ha sido otra violencia.
Así que me voy a centrar en otro tema: el de la utilidad de la psicologia para acabar con el bullying.
Los psicólogos son expertos en hacer estadísticas. Eso pasa con otras disciplinas de dudoso estatus científico, como la Sociología o la Economía. Me imagino que recoger datos y hacer bonitas tablas de colores es lo más que puede hacer un psicólogo para curar una enfermedad psicológica de calado social como es el acoso escolar. Una vez con los datos, se dicen cosas como "la educación es la clave". Magnífica deducción. ¿Y para ese perogrullo era necesario todo ese metatrabajo, como lo llaman ellos, "de campo"?
Esto me recuerda a estudios "científicos" similares sobre el acoso laboral. Pero el acoso laboral no ocurre porque haya problemas psicológicos, ni por problemas de educación. El acoso laboral ocurre porque hay estructuras económicas que lo permiten y lo estimulan.
Invitaría a los psicólogos escolares a que se pasearan por un colegio de esos países a los que se denomina autoritarios, patriarcales y medievales. Por ejemplo, esos países que solemos pedir que bombardeen: Libia, Siria, Corea del Norte, Irán... Se encontrarán con niños que admiran a sus profesores, respetan a sus padres y que jamás se atreverían -probablemente, tampoco se les ocurriría- insultar o pegar a un compañero. ¿Cómo se logra esto? Bueno, no es tan difícil. Lo difícil, en realidad es hacerlo mal. Cuando un niño crece en un entorno social en el que la violencia gratuíta es severamente castigada, en el que no se les enseña que son o tienen que ser los más guapos y los más listos, en el que los modelos a seguir no son matones de Hollywood , en el que, en suma, existe eso que llamamos disciplina y valores y que provoca, cuando se invocan que nos llamen retrógados o fascistas, entonces ese niño, salvo raras excepciones, podrá librarse de ser víctima o verdugo de acoso escolar. En casi cualquier civilización del mundo se han entendido estas cosas, desde las tribus neolíticas de la selva amazónica hasta antesdeayer.
Pero estas cosas tan elementales: la educación, la familia, la cultura, el respeto a la naturaleza, la dignidad, la responsabilidad social... Todo esto se ha ido al garete con ese tsunami destructor llamado capitalismo. El bullying, como su propio nombre anglosajón sugiere, es una enfermedad del capitalismo, lo mismo que los asilos de ancianos, el acoso laboral o la violencia doméstica. No es un problema psicológico. Por más que yo quisiera educar a mis hijos, mis hijos se encontrarían con un mundo podrido en el que su educación, sencillamente, no sirve de nada. Sería como educar a tu hijo para recolectar plantas y curar picaduras de serpiente en un entorno urbano.
Los psicólogos, los pedagogos y los educadores ya pueden generar miles de powerpoints con sus estadisticas, ya pueden organizar los Congresos que estimen oportuno, ya pueden escribir libros con bibliografía selecta de psicólogos de esos que van siempre por pares (Wilson-Romero o Harrison-Weniavsky), ya pueden organizar cursillos para padres y alumnos, ya pueden pedir a los niños que preparen en equipo murales contra la violencia... El mundo que van a encontrar los niños será un mundo sin más autoridad real que la empresa, sin más valores reales que el lucro y sin más válvula de escape permitida que la violencia contra el más débil.
Saludos.

λóγος dijo...

Comprender la violencia como fenómeno es algo interesante pero que necesita tratarse detenida y exhaustivamente. Es cierto que al no hacerlo (por el problema de la extensión) y limitarme únicamente a mi conclusión no puedo buscar tener la misma legitimidad que si lo hiciese. Pero, en cualquier caso, no busco presentar una conclusión “buenrollista” que pueda tener un fácil asentimiento social. En realidad yo mismo soy una persona de mentalidad violenta (debo de recalcar que es sólo la mentalidad) y además tengo la convicción de que si hay que llegar al límite de muchas situaciones fácilmente resultará inevitable que haya algún grado de violencia. Sin embargo eso no cambia las características y las consecuencias nefastas de la violencia.

Al principio de artículo intenté restar relevancia a la tendencia habitual de la psicología contemporánea de buscar legitimación y objetividad a base de inscribirse en un marco científico (algo en lo que también hice hincapié aquí). Es cierto que en bastantes casos el paradigma científico no encubre nada más que ideología larvada y que las conclusiones ya pueden encontrarse en las premisas. Incluso añadiría que en no pocas ocasiones el disfraz de investigación científica sirve también para enmascarar la mediocridad del propio “investigador”. A fin de cuentas lanzarse a hacer estadísticas sobre temas poco tratados para buscar conclusiones “científicas” es relativamente fácil. Sin embargo hay también bastantes casos en los que desde los datos se pueden extraer interesantes conclusiones. Sólo pretendía recordar que hay que mantener un margen de duda y tener una primera actitud de prudente desconfianza ante lo que puede mostrarse como una “intocable teoría científica”.

Uno de los problemas más recurrentes de la psicología y de los psicólogos es la manía de intentar aislar esta disciplina del resto. Algo que también se justifica desde la vinculación al “paradigma científico” que comentaba antes. Por ejemplo, al aislarse de la sociología es fácil que el concepto de salud se limite simplemente al de individuo socialmente adaptado. De esta manera el psicólogo otorga una confianza y un crédito a la sociedad en la que vive sin que haya justificación para ello.

Es cierto que el capitalismo fomenta el desarrollo del bullying. Como las sociedades capitalistas tienden a ser violentas, competitivas y deshumanizadas suponen un buen caldo de cultivo para este fenómeno. Pero el fenómeno del acoso escolar ha existido desde mucho antes. Lo que sucede es que hasta hace poco no se había etiquetado ni estudiado. No me gusta nada el uso de anglicismos como el de bullying y es una pena que no haya habido la suficiente madurez en la sociedad como para tomar conciencia de que esto es un problema sin necesidad de usarlos. Parece que hasta que no se etiquetó y hubo suicidios de varias víctimas no existiese el problema. En cualquier caso prefiero que se etiquete de una forma inapropiada si con ello consigue tener más repercusión social.

Sé que valoras el tema de la educación y por eso no deja de sorprenderme que digas “[…] un mundo podrido en el que su educación, sencillamente, no sirve de nada.” Es verdad que el sistema de una sociedad puede limitar mucho el que sus individuos se desarrollen por más que estén educados. Pero no llegaría hasta el punto de decir que no sirve de nada el que se busque educar a sus miembros.

Saludos.

Educathor dijo...

Cualquier tipo de violencia, agresión o acoso debe tener una respuesta social, profesional, política, jurídica o administrativa clara y contundente. Cuando, por ejemplo, a un chaval se le ha estado agrediendo, acosando e insultando repetidamente la respuesta base tiene que ser penal, civil, administrativa o reglamentaria, según caso. Es decir, hay un “delito” o "falta" que tiene que ser sancionado proporcionalmente. ¿Porqué los delitos cometidos en espacios educativos no se tratan como los mismos delitos cometidos en cualquier otro espacio público? Cuando el delito se da en la escuela hay consenso en minimizarlo todo lo posible: desde lo político o judicial hasta la Inspección Escolar o la Dirección del centro tomaran las medidas necesarias para minimizar el conflicto, incluso, ninguneando al agredido y que el tema no llegue a los tribunales (prevención, mediación, talleres, grupos, terapias, tarjetas rojas, expulsiones temporales, aulas, NEE, TDAH...).

La Gran Confusión. Una cosa es educar y otra muy diferente juzgar y castigar el delito, la transgresión y el daño. Una cosa es castigar y otra curar o rehabilitar. Una cosa es educar y otra curar. La confusión (interesada o no) entre estas diferentes funciones ayuda a generar y fomentar situaciones de violencia. Las leyes están hechas para sancionar el delito. La penas sancionan, esa es su función. Este tipo de confusión ha propiciado que simples conflictos de convivencia se hayan convertido en graves problemas de comportamiento por sancionar cuando lo que tocaba era educar o por intentar educar o curar cuando lo que tocaba era sancionar.

La impunidad también es complicidad. Educación sí, terapia según el caso pero la sanción es inexcusable. Una vez que ya hay agresión más o menos grave o repetitiva el conflicto ya no es sólo educativo y mucho menos terapéutico. Hay una terrible resistencia a poner cada cosa en su lugar y no confundir registros tan diferenciados.

En mi opinión, una de las premisas principales sobre como abordar el “acoso” y la violencia, es que todo atentado contra la dignidad, integridad, derechos o libertades de otras personas debe ser proporcionalmente sancionado penal, civil o administrativamente independientemente de la casta social de pertenencia o la institución de que se trate.


Como siempre, gracias por estas ideas que nos ayudan a reflexionar.
Un abrazo

Dizdira Zalakain dijo...

-Coincido totalmente contigo en la crítica a las pretensiones "científicas" de la psicología. La psicología hoy por hoy no puede ser científica. Es más, seguramente no necesita ser científica, sino, como reza el título de tu blog, "humanizada" o "humanista".
-Es verdad que abordar la violencia desde una perspectiva filosófica exige mucho más tiempo, espacio y reflexión del que suele permitir un blog. Pero si algún día te animas a expresar tus ideas sobre el asunto, me encantaría debatirlas contigo.
-Sobre si siempre ha existido o no "bullying", mi opinión va conectada precisamente a la cuestión de cómo llamarlo sin utilizar un anglicismo. Opino que el bullying es un fenómeno de nuestro tiempo. Lo de antes no era bullying: eran gamberradas, novatadas, crueldades, etc. ¿Y qué diferencia hay? Las diferencias las aportan las nuevas realidades sociales, ideológicas y técnicas del capitalismo.
Por ejemplo: el bullying se graba con un móvil y se cuelga en internet. Habría que preguntarse por qué un niño de 10 años tiene un teléfono móvil fabricado con coltán y por qué tiene capacidad para colgar vídeos en internet. A esa edad mis padres apenas me dejaban encender o apagar la TV. La respuesta es muy sencilla: los niños tienen móvil porque el capitalismo necesita vender muchos móviles.Como los adultos ya tienen hay que ampliar mercado y vender también a los niños ricos aparatos hechos con el coltán que los niños pobres extraen en las minas de el Congo. Esto no es cambiar de tema ni irse por las ramas. El móvil que graba la paliza a un niño occidental viene ya manchado con la sangre de un niño africano. El móvil, él sólo, antes de ser usado para nada, ya es un instrumento siniestro, creado por y para el sufrimiento. Los colorines y las melodías cantarinas son incapaces de mitigar su naturaleza maligna.
Otra diferencia: el bullying se hace desde la plena consciencia de dos cosas: primero, de que eso no es bueno: la TV lo machaca hasta la saciedad; segundo, de que a pesar de que no es bueno no va a pasar nada por hacerlo, la TV también enseña a los niños que a ellos no se les puede pegar, ni llevar a la cárcel, ni nada y que la culpa no es suya, sino de la sociedad y de la educación que han recibido. Las gamberradas de antaño se hacían con solo una difusa conciencia de hasta qué punto eso era malo y de qué tipo de castigos sobrevendrían por ellas. La TV educa en este sentido a los niños, mezclando en un mismo plato la solidaridad más ñoña con la crueldad más brutal. El Telediario nos enseña los homenajes tributados por toda la sociedad, el Rey, los empresarios, los artistas, los políticos, a unas personas que perdieron a sus familiares en atentados trerroristas hace 20 ó 30 años. Al minuto siguiente nos hablan del bombardeo ordenado por esos mismos políticos y empresarios para acabar con "un tirano". Un spot publicitario nos presenta a un niño que desea un mundo mejor. Tras él, comienza una película o unos dibujos animados en la que los héroes se pasan todo el rato matando a personas que, no se sabe muy bien por qué, son los malos. Más de uno se sorprendería -yo no- al ver que el mismo niño que humilló y dio una paliza a un compañero, que la grabó en vídeo y la colgó en internet, al día siguiente utiliza sus habilidades en la creación de vídeos para ganar el concurso escolar de cortos contra la violencia.
-Yo sí creo en el valor de la educación, pero también creo en el valor de la música y sin embargo soy consciente de que la música no sirve de nada si al lado de ella hay un obrero manejando un martillo hidráulico. La delicada, esperanzada, larga, paciente, esmerada, tarea de educar a un niño queda destruída de un zarpazo por la TV, el Centro Comercial y el propio sistema educativo. En la arena de la sociedad capitalista no se pueden construir castillos de educación.
Saludos.

λóγος dijo...

Educathor:

Hace años leí un artículo en el que muy acertadamente se describía al colegio como “ciudad sin ley”. Esto vale tanto para la falta de vigilancia por parte de los responsables como para la despenalización de lo que allí pasa. Curiosamente hay escenarios en los que la justicia no actúa. Por ejemplo, si le partes la nariz a alguien te pueden caer fácilmente uno o dos años de cárcel más la indemnización. En cambio, si le das el mismo golpe y le produces el mismo efecto en un partido profesional sólo tendrá una sanción deportiva. Curiosamente se ha supuesto que los niños no son capaces de ser delincuentes o de que no son conscientes de lo que hacen. Imagino que esta falta de conciencia es pareja a la impunidad de la que ha gozado muchos religiosos que, por el simple hecho de serlo, se les ha supuesto que eran incapaces de hacer el mal con niños que estuviesen a su cargo.

En teoría los castigos penales están para ”reinsertar” a la persona en la sociedad (no voy a explayarme pero lo de reinsertar también tiene su punto gracioso e irónico). Lo mismo te dirá un abogado que alguien que imponga sanciones fuertes en un colegio. El problema es que aquí hay una hipocresía muy grande porque la intención que suele subyacer no es la educativa, es la punitivo-vengativa. De hecho no es casualidad que para muchas personas empiece su verdadera marginación una vez que son encarcelados.

Gracias de nuevo por el apoyo y por tu participación.

Saludos

λóγος dijo...

Dizdira:

Aunque no comulgo con todos los preceptos, simpatizo bastante con la vertiente humanista de la psicología. Al menos la parte humanista es algo menos susceptible que otras tendencias (el conductismo de Skinner, por ejemplo) de ser manipuladas para fines bastardos. No quise poner “humanista” en el título del blog porque tampoco quería adherirme específicamente una corriente en concreto.

El tema de la violencia me interesa mucho. Entre otras cosas porque, pese a lo que igual pueda parecer, todavía estoy intentando formarme una opinión definida. Por un lado ya he mencionado que mi mentalidad es violenta. Si me preguntan por cómo se resuelven los problemas en historia tendré que responder que, casi siempre, se impone la voluntad del más fuerte. En última instancia, cuando te pisan, sólo sobrevivirás si tú pisas más fuerte. Sin embargo también tengo el convencimiento de que el envilecimiento que produce la violencia hace que, a fin de cuentas, ninguna de las partes pueda llamarse vencedora. Y en esta contradicción me he quedado porque todavía no veo la respuesta definitiva.

Hay varios patrones para definir lo que es el acoso escolar y, aunque hay una tendencia más o menos clara, es verdad que la coincidencia no es siempre exacta. Si, por ejemplo, atendemos a la clasificación de María José Díaz Aguado (variación en el tipo de agresión, que sea prolongado en el tiempo, convivencia en un recinto entre agresor y agredido, provocación por un individuo o grupo de individuos y la pasividad de un grupo de espectadores) creo que se hace más evidente que el mismo fenómeno no es exclusivo de la época moderna o del capitalismo (disculpa si me repito o la cabezonería pero es que no alcanzo a ver una diferencia entre lo que antes se llamaba “gamberradas” y lo que ahora es bullying). En lo que asiento es en que bajo un sistema capitalista el acoso escolar se encuentra muy favorecido. El móvil supone una nueva herramienta para prolongar el acoso y pasar así al recientemente denominado cyberbullying. También es cierto que su significación en términos de acoso y violencia es mucho más amplia. Ejemplo son varios de los significados que tú comentas. Algo que es muy significativo es lo que dices de que a ti no te tocó pasar la adolescencia delante de la televisión. Ahora uno de los modos básicos de relación en la adolescencia es a través de las pantallas (ordenador, tv, móvil, etc..). Una mujer me dijo que hoy en día apenas se veían niños jugando en las calles y es cierto. El contexto humano se ha reemplazado por otro más cómodo y deshumanizado. Quizás una de las pocas aportaciones buenas de la televisión es que ha servido para amplificar situaciones concretas de bullying. Hasta que los casos más graves no han salido en este medio no ha empezado una verdadera concienciación social del problema.

sigue...

λóγος dijo...

...continuación

El ejemplo que pones de un niño que después de humillar a su igual utiliza varias de las mismas habilidades para ser reconocido socialmente me hace recordar lo que sucedió en las dictaduras del Cono Sur. Militares que torturaban sistemática y cruelmente a detenidos pero que luego eran “amantísimos” padres de familia con una vida aparente vida normal. Digo esto por comparar algunas de las similitudes del bullying con otro tipo de violencia.

En cuanto al tema de la música ya creo tener las ideas más claras o, al menos, una opinión formada. Además creo que, a riesgo de ser algo brusco, se puede resumir muy rápidamente. Según lo que he podido comprobar lo que casi siempre se encuentra detrás de un interés genuino por cualquier tipo de música es el sufrimiento (hay que desconfiar de alguien con buenas habilidades para la interpretación que no tiene esta base). Algo que, por cierto, pocos músicos están dispuestos a reconocerse a sí mismos y, mucho menos a los demás. Bien, si la persona que se convierte en músico debido al sufrimiento reproduce, como suele ser habitual, la misma situación que ha padecido a un educando (un hijo, por ejemplo), probablemente también consiga que su hijo sea músico (no hay que olvidar de que hay posibilidades de que acabe en un psiquiátrico, sea violento u otras igual de poco positivas). El problema es saber qué sentido tiene todo esto. ¿De qué sirve hacer sufrir a alguien para que luego obtenga placer con la música? Es como si hacemos que una persona consiga tener un grano para que luego pueda llevarse el placer de rascarlo. No es que quiera restar valor al arte como catarsis, pero a mí me interesa el lugar al que lleva todo esto. Parecería más lógico solucionar las circunstancias sociales o personales que dieron origen al problema y buscar la realización como persona de otra manera. Imagino que mi respuesta no viene exactamente de lo que tú preguntabas pero creo que también sirve para responderla en alguna medida.

Cuando dices lo de que “En la arena de la sociedad capitalista no se pueden construir castillos de educación.” llevas tu parte de razón. Es cierto que el sistema anula e imposibilita al individuo. Pero piensa que eso fácilmente deriva en la misma actitud que tuvo Lenin. En realidad Lenin no creía en las personas, creía sólo en una élite que pudiese dirigir a los demás. Pensaba que la revolución había que imponerla por la fuerza y que después ya se darían las condiciones suficientes como para que los demás pudiesen realizarse como individuos. Naturalmente esto es un gran error. Un cambio drástico es absurdo porque sólo sustituye una jerarquía por otra. Así les sucedió a los antiguos países “comunistas” que terminaron sustituyendo una dictadura por otra nueva, esta vez de manos de una burocracia. El cambio verdaderamente decisivo está cuando los individuos acompañan al sistema. Si, por ejemplo, se quiere imponer un sistema verdaderamente democrático es necesario que las personas aprendan a pensar con libertad. De poco sirve decirles que vayan a votar si luego están mediatizadas y manipuladas por propaganda que manipula a los demás a base de burdos mecanismos “robados” de la psicología o por sus propios prejuicios. En definitiva, los cambios deben de ser necesariamente progresivos.

Saludos

Educathor dijo...

Sí. Se dice que el fin de las penas es re-insertar, re-habilitar y re-educar. El prefijo re- en estos casos implica tanto repetición como imposición.

Se entiende que toda transgresión es un problema personal, psicológico, psiquiátrico o moral (terapéutico). Por eso se tratan con terapias o medicamentos tantos y tantos casos. Robar, agredir, estafar o coaccionar. No es ninguna enfermedad o trastorno generalmente.

Las Leyes y normas están para sancionar el delito o la falta. Psiquiatrizar e individualizar las transgresiones convierte enfermos y en chivos espiatorios a quien cae en sus redes.

Salud

λóγος dijo...

Lo curioso es que la sociedad no se mira a sí misma como enferma. Imagino que es como los individuos, que rara vez nos sabemos ver como culpables.

En "Tango feroz" (la película sobre el cantante "tanguito") se ve muy bien este tema. Machacado por la sociedad, luego es perseguido por la policía. Finalmente lo meten en un psiquiátrico de los de la vieja usanza para reeducarlo a base de descargas eléctricas y similares.

Con razón ya habló Foucault de cómo la sociedad arrincona a las personas molestas en las cárceles o en los psiquátricos.

Saludos

basileus dijo...

"Aunque tenía una idea del respaldo social que existe hacia la violencia como “modo de solucionar” los conflictos, tengo que reconocer que no deja de sorprenderme el alto grado de apoyo que esta tiene para afrontar los problemas de acoso escolar"
No se porque este párrafo me hace suponer que estas equiparando o poniendo en el mismo nivel al que pega por placer con el que lo hizo en defensa propia y después de haber recibido constantes acosos. Al menos eso es lo que se deja entender cada vez que leo lo que escribís, y eso deja una sensación algo incomoda.
La violencia no es buena OBVIO, pero aveces esta es el ultimo recurso para defenderse a si mismo y a terceros. No podes condenar de igual forma la violencia del abusador con la de la victima, es ridículo y nadie va a querer aceptarla.
Muchas veces,el niño acosador suele tener mas respaldo que el que es acosado, se ve al violento como victima y al victimario como responsable de que sea maltratado, como copartícipe del hecho. Esto se ve mucho no solo entre los compañeros de escuela, sino entre maestros e incluso entre los mismos psicólogos. No es ningún misterio para la psicología esto, por eso molesta que sea un psicólogo el que,con sus opiniones, quiera poner como violentos a ambos en igual medida,e incluso a los que defendieron la reacción de Casey.

Anónimo dijo...

Estoy en desacuerdo con Dizdira Zalakain, por su ignorancia de lo que son los estudios de psicología, las distintas ramas que hay. Ha simplificado. Ademas hace comparaciones absurdas. El bulling se da tanto en esas escuelas "ideales" que ud describe (sin conocerlas obviamente) como en cualquier centro escolar del mundo.
Por cierto, la psicología puede precisamente derivar a profesionales médicos psiquiatras los casos que observa necesitan tal tratamiento.

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