Erich Fromm plantea la necesidad de prescindir de los experimentos psicológicos tradicionales. Esto es, los realizados con premeditación en unas supuestas condiciones de aislamiento. Los motivos fundamentales esgrimidos son que en la vida real ya hay suficientes datos susceptibles de ser interpretados y que, en realidad, la supuesta neutralidad de los experimentos psicológicos tradicionales no es tal. Así pues se establecerá el término experimento “in vivo” para denotar a las interpretaciones psicológicas de sucesos que hayan sucedido y experimento “in vitro” para las pruebas tradicionales en las que se pretende crear una situación artificial que intente dilucidar una cuestión psicológica en condiciones de aislamiento.
La crítica de Fromm hacia los experimentos psicológicos tradicionales parte de que pretenden imitar y conseguir el prestigio del método científico. Para ello en muchas ocasiones se les reviste de complejas e importantes representaciones matemáticas que a fin de cuentas no añaden verdaderas interpretaciones de valor pero que sí que sirven para que el trabajo obtenga el disfraz científico y su consiguiente prestigio. Teniendo en cuenta que pocas personas de las sociedades occidentales actuales se atreverían a llevar la contraria a algo que estuviese plenamente amparado por la ciencia es pues de esperar una tendencia a la afirmación de las conclusiones del trabajo sin una crítica humanista realmente profunda. Para demostrar estas observaciones se partirá de los famosos experimentos de Milgram y de la cárcel de Stanford.
El experimento Milgram resulta muy interesante, no solo como vinculación del ser humano a la obediencia y a la conformidad, sino también para comprender la crueldad y destructividad humana. Pero, a poco que nos pongamos a pensar, comprobaremos que es una situación similar a la que se vieron avocados los generales que fueron sentenciados en Núremberg como criminales de guerra.
Lo sorprendente del experimento no es tanto el alto grado de obediencia como el 35% que, en esas circunstancias, se negaron a obedecer. Milgram esperaba que no hubiese tantos individuos que se sometiesen tan “fácilmente” pero no consideró que la forma habitual de las personas de afrontar los conflictos no es enfrentándose a ellos, sino obviándolos. Lo que realmente ocurre es que la racionalización del conflicto al que se ve abocado el experimentado por el experimentador se acaba mostrando como, por ejemplo, una mayor tensión fatigosa o como la aparición de procesos neuróticos (por desgracia Milgram no proporciona datos sobre los sujetos que se mantuvieron calmados durante el experimento).
Así pues el resultado principal del estudio del Milgram parece ser uno en el que no insiste: “la presencia en muchos individuos de la conciencia y el dolor cuando la obediencia los hacía obrar contra su conciencia.” Además Milgram supone que los sujetos se encuentran entre la espada y la pared respecto a la obediencia y a lo que le enseñaron de pequeños, que es a no hacer daño. Pero en realidad eso se enseña en el catecismo o quedándose en simples palabras porque en la vida real hay el individuo tendrá que hacer daño para conseguir sus propios fines. Resulta entonces evidente que no existe el dilema que se suponía para los sujetos experimentados.
Aunque la explicación fundamental que se dio fue la obediencia hay que comprender que también podría darse el caso de que fuesen personas tan enajenadas o narcisistas que no supiesen ponerse en el lugar de la persona que sufría. En ambas situaciones el resultado sería idéntico (la conformidad u obediencia) pero las motivaciones serían completamente distintas.
En cuanto al llamado “experimento de la cárcel de Stanford” hay que recordar que los métodos empleados fueron de humillación y degradación grave y sistemática. Esto fue debido no sólo al comportamiento de los guardianes, también debido a las reglas de los experimentadores.
La primera crítica que se le podría hacer es que con el término “prisión” se da a entender que todas son así. Aunque hay algunas prisiones federales en Estados Unidos que no son tan malas como la del simulacro. Por otra parte hay una continua falta de precisión en los datos que se dan del experimento, cosa más lamentable en cuanto se presenta como tesis principal del experimento. Y no sólo no es preciso, tampoco busca la extrapolación ya que no comprueba los resultados con situaciones carcelarias del mismo tipo
Pero la falta de rigor no termina aquí ya que los presos estaban confundidos porque lo que se le había puesto en el contrato y lo que se encontraron difería. Incluso es inesperada la aparición de la policía por sorpresa. El informe demuestra que las personas que se prestaron como voluntarios no sabían que su detención tenía que ver con el experimento (la policía no suele actuar en temas de experimentos). Los autores no hacen ninguna mención a las posibilidades de los presos de salir voluntariamente de la prisión. Según parece se les dio la impresión de que sólo un tribunal los podría dejar salir.
Hay que señalar que los datos obtenidos “in vivo” en los campos de concentración parecen refutar la tesis principal de Haney, Banks y Zimbardo que postula que los valores, la ética y las convicciones del individuo no modifican en nada la influencia constringente del medio. B. Bettelheim (1960) muestra mediante las experiencias en los campos de concentración nazis que el sentido de la identidad y dignidad del miembro corriente de la clase media es su posición social y su prestigio. Desaparecidos estos puntales cae completamente. En aquél entonces estas personas, presos no políticos de clase media, estaban tan desmoralizadas que por eso se hicieron esclavos o espías de las SS. Es importante destacar que estas personas no sabían por qué estaba allí ya que suponían que la sociedad sólo castigaba a los criminales y pensaban que ellos no lo eran. En cambio los Testigos de Jehová que fueron enviados a campos sufrieron menos las consecuencias y se mantuvieron íntegros gracias a sus rígidas creencias religiosas. Este hecho contradice las tesis conductistas que Haney y otros que trataron de demostrar en el experimento Stanford.
Viendo cómo nos ilustran estos dos experimentos psicológicos podremos comprender mejor que una situación creada artificialmente hace tender inevitablemente a la deformación. El experimentador, al crear una realidad ficticia es el que supone la realidad para el experimentado bajo una influencia hipnoide. Aparte de que en los experimentos artificiales se informa mal o se les miente, lo que ya pone de manifiesto su falta de realidad desde un principio. También hay que considerar que hay procesos que sólo se dan en las situaciones reales. En momentos así el ser humano puede movilizar una serie de fuerzas que no hará bajo circunstancias normales. Por supuesto, si es consciente de que se encuentra en una situación de experimento ya no habrá casi ninguna posibilidad de que esto suceda. Finalmente hay que comprender el atentado que muchas veces supone para la salud y la dignidad de la persona el verse sometida a experimentos que bajo el citado disfraz científico no tienen como objetivo la verdad sino que se alimentan de otras intenciones más oscuras. Algo no tan distinto a la reciente banalización del experimento Milgram que se ha dado hace pocos meses en la televisión francesa con “Le Jeu de la mort” (El juego de la muerte). Después de todo de nuevo el “intocable paradigma científico” justifica cualquier barbaridad.
La crítica de Fromm hacia los experimentos psicológicos tradicionales parte de que pretenden imitar y conseguir el prestigio del método científico. Para ello en muchas ocasiones se les reviste de complejas e importantes representaciones matemáticas que a fin de cuentas no añaden verdaderas interpretaciones de valor pero que sí que sirven para que el trabajo obtenga el disfraz científico y su consiguiente prestigio. Teniendo en cuenta que pocas personas de las sociedades occidentales actuales se atreverían a llevar la contraria a algo que estuviese plenamente amparado por la ciencia es pues de esperar una tendencia a la afirmación de las conclusiones del trabajo sin una crítica humanista realmente profunda. Para demostrar estas observaciones se partirá de los famosos experimentos de Milgram y de la cárcel de Stanford.
El experimento Milgram resulta muy interesante, no solo como vinculación del ser humano a la obediencia y a la conformidad, sino también para comprender la crueldad y destructividad humana. Pero, a poco que nos pongamos a pensar, comprobaremos que es una situación similar a la que se vieron avocados los generales que fueron sentenciados en Núremberg como criminales de guerra.
Lo sorprendente del experimento no es tanto el alto grado de obediencia como el 35% que, en esas circunstancias, se negaron a obedecer. Milgram esperaba que no hubiese tantos individuos que se sometiesen tan “fácilmente” pero no consideró que la forma habitual de las personas de afrontar los conflictos no es enfrentándose a ellos, sino obviándolos. Lo que realmente ocurre es que la racionalización del conflicto al que se ve abocado el experimentado por el experimentador se acaba mostrando como, por ejemplo, una mayor tensión fatigosa o como la aparición de procesos neuróticos (por desgracia Milgram no proporciona datos sobre los sujetos que se mantuvieron calmados durante el experimento).
Así pues el resultado principal del estudio del Milgram parece ser uno en el que no insiste: “la presencia en muchos individuos de la conciencia y el dolor cuando la obediencia los hacía obrar contra su conciencia.” Además Milgram supone que los sujetos se encuentran entre la espada y la pared respecto a la obediencia y a lo que le enseñaron de pequeños, que es a no hacer daño. Pero en realidad eso se enseña en el catecismo o quedándose en simples palabras porque en la vida real hay el individuo tendrá que hacer daño para conseguir sus propios fines. Resulta entonces evidente que no existe el dilema que se suponía para los sujetos experimentados.
Aunque la explicación fundamental que se dio fue la obediencia hay que comprender que también podría darse el caso de que fuesen personas tan enajenadas o narcisistas que no supiesen ponerse en el lugar de la persona que sufría. En ambas situaciones el resultado sería idéntico (la conformidad u obediencia) pero las motivaciones serían completamente distintas.
En cuanto al llamado “experimento de la cárcel de Stanford” hay que recordar que los métodos empleados fueron de humillación y degradación grave y sistemática. Esto fue debido no sólo al comportamiento de los guardianes, también debido a las reglas de los experimentadores.
La primera crítica que se le podría hacer es que con el término “prisión” se da a entender que todas son así. Aunque hay algunas prisiones federales en Estados Unidos que no son tan malas como la del simulacro. Por otra parte hay una continua falta de precisión en los datos que se dan del experimento, cosa más lamentable en cuanto se presenta como tesis principal del experimento. Y no sólo no es preciso, tampoco busca la extrapolación ya que no comprueba los resultados con situaciones carcelarias del mismo tipo
Pero la falta de rigor no termina aquí ya que los presos estaban confundidos porque lo que se le había puesto en el contrato y lo que se encontraron difería. Incluso es inesperada la aparición de la policía por sorpresa. El informe demuestra que las personas que se prestaron como voluntarios no sabían que su detención tenía que ver con el experimento (la policía no suele actuar en temas de experimentos). Los autores no hacen ninguna mención a las posibilidades de los presos de salir voluntariamente de la prisión. Según parece se les dio la impresión de que sólo un tribunal los podría dejar salir.
Hay que señalar que los datos obtenidos “in vivo” en los campos de concentración parecen refutar la tesis principal de Haney, Banks y Zimbardo que postula que los valores, la ética y las convicciones del individuo no modifican en nada la influencia constringente del medio. B. Bettelheim (1960) muestra mediante las experiencias en los campos de concentración nazis que el sentido de la identidad y dignidad del miembro corriente de la clase media es su posición social y su prestigio. Desaparecidos estos puntales cae completamente. En aquél entonces estas personas, presos no políticos de clase media, estaban tan desmoralizadas que por eso se hicieron esclavos o espías de las SS. Es importante destacar que estas personas no sabían por qué estaba allí ya que suponían que la sociedad sólo castigaba a los criminales y pensaban que ellos no lo eran. En cambio los Testigos de Jehová que fueron enviados a campos sufrieron menos las consecuencias y se mantuvieron íntegros gracias a sus rígidas creencias religiosas. Este hecho contradice las tesis conductistas que Haney y otros que trataron de demostrar en el experimento Stanford.
Viendo cómo nos ilustran estos dos experimentos psicológicos podremos comprender mejor que una situación creada artificialmente hace tender inevitablemente a la deformación. El experimentador, al crear una realidad ficticia es el que supone la realidad para el experimentado bajo una influencia hipnoide. Aparte de que en los experimentos artificiales se informa mal o se les miente, lo que ya pone de manifiesto su falta de realidad desde un principio. También hay que considerar que hay procesos que sólo se dan en las situaciones reales. En momentos así el ser humano puede movilizar una serie de fuerzas que no hará bajo circunstancias normales. Por supuesto, si es consciente de que se encuentra en una situación de experimento ya no habrá casi ninguna posibilidad de que esto suceda. Finalmente hay que comprender el atentado que muchas veces supone para la salud y la dignidad de la persona el verse sometida a experimentos que bajo el citado disfraz científico no tienen como objetivo la verdad sino que se alimentan de otras intenciones más oscuras. Algo no tan distinto a la reciente banalización del experimento Milgram que se ha dado hace pocos meses en la televisión francesa con “Le Jeu de la mort” (El juego de la muerte). Después de todo de nuevo el “intocable paradigma científico” justifica cualquier barbaridad.
3 comentarios:
Hoy en día, muchos psicólogos consideran que la herramienta más poderosa de la investigación psicológica es el experimento, ya que indican que la observación naturalista (lo que tu llamas experimentación in vivo) o las correlaciones no siempre permiten descubrir la razón de ser de la conducta, es decir, en ocasiones únicamente se limitan a describir la conducta o una causa y su efecto de un fragmento de conducta, pero no siempre pueden explicar el POR QUÉ de la misma.
Hemos de reconocer que la experimentación psicológica no siempre tiene desenlaces tan lamentables y los participantes voluntarios pueden disfrutar de una experiencia educativa. Creo no debemos satanizarlos, muchos han ofrecido muchas respuestas valiosas.
Sin embargo, en lo personal no soy muy seguidor de la experimentación psicológica porque, independientemente de la ética del experimentador, considero que ofrecen una realidad parcial del objeto de estudio. Un grupo control no siempre te asegura que eliminaste las variables extrañas y obtener un resultado estadísiticamente significativo no siempre te asegura por completo que la variable independiente es el factor decisivo que explica la conducta. Aunque siendo realistas, el experimento casi siempre ofrece respuestas más acertadas que otros métodos de investigación (incluyendo el in vivo), no podemos parcializar de esa manera la acción humana, es decir, reducir toda la parte cognoscitiva e incluso inconsciente (aunque el experimento no reconozca esta parte) a una mera CONDUCTA OBSERVABLE.
Por cierto, como acotación, claro que Fromm va a criticar la experimentación por su formación psicoanalista y su tendencia a sacar sus conclusiones con base en contextos históricos específicos.
Saludos blues y enhorabuena por el tema.
La idea del experimento "científico" ofrece una serie de tranquilidades e ilusiones. Parece cuantificables, da la impresión de que no es ifluenciable y de que su estudio es "neutro",etc... Por otra parte el estudio de la vida real se antoja mucho más subjetivo. Parece que cada uno pueda decir una cosa distinta al otro porque la realidad resulta "inconmensurable".
Creo que, en el fondo, lo que priman son las trampas y engaños para decidirse por el "método científico". Como dije da muchas tranquilidades, aunque éstas sean mentiras.
También es verdad que hace falta un cierto "talento" para poder interpretar la realidad fuera del margen del "experimento científico". Si tenemos miedo o no encontramos el camino para afrontar este desafío fácilmente nos refugiaremos en la ilusión "científica".
Gracias y saludos
Gracias y saludos.
Yo creo que en estos experimentos lo más significativo son las "otras intenciones más oscuras".
En todo lo que he leído sobre estos experimentos sólo en una ocasión he encontrado una breve referencia a su financiación. Han sido experimentos financiados por el ejercito, con lo cual hay que situarse en otro tipo de registro para interpretar tanto el experimento como sus conclusiones.
¿Cuáles eran sus auténticos objetivos?
¿Qué es lo que se pretendía conseguir o demostrar y por qué?
¿Qué es lo que no se nos ha contado?
Creo que son preguntas clave para situar estos tipos de crueles experimentos más cercanos a las prácticas de tortura de Guantánamo que a un interés por el conocimiento de la psicología humana.
salud
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