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Teorías psicológicas de la agresión y la violencia: Una aproximación a las principales posturas contemporáneas.

El origen de las preocupaciones de los psicólogos por la cuestión de la agresividad comienza en la época moderna con William James (S. XIX). Para 1908 McDougall comenzó a designar el problema bajo el ropaje del “instinto” y, poco después, Freud lo consideró como un instinto biológico. En 1939 volvió a ponerse de actualidad gracias al grupo de psicólogos de Yale (Dollard, Doob, Milller, Mowrer y Sears).
Buss, en 1969, y Feshbach, en 1970, establecen la dicotomía agresión-enfado, que se inicia con cualquier estímulo que provoca enfado y que supone siempre un intento de hacer sufrir a la víctima, y de la agresión instrumental, que se inicia con la presencia de un reforzador que es poseído por la víctima. En este último tipo de agresión no tiene por qué existir enfado. El agresor actúa por un deseo de ganar la competición y obtener un refuerzo. Para explicar esto se han postulado dos grandes clases de teorías. Primeramente aparece es el grupo de las teorías activas. Éstas se basan en una agresividad innata y consustancial a los individuos. Sus defensores suelen ser bastante pesimistas a la hora de dar solución a los problemas de guerras y violencia. En un segundo grupo estarían las teorías reactivas que se caracterizan por situar el origen de la agresión en el medio ambiente que rodea al individuo y perciben ésta como una reacción de emergencia ante los elementos externos hostiles.
Entre las teorías activas hay que destacar a la teoría psicoanalítica que establece que la agresión se produce como resultado de un instinto de muerte. Utiliza un modelo hidráulico para explicar la personalidad. Hoy en día es contemplada por escepticismo por muchos psicólogos. Otra de las teorías activas proviene de Lorenz y Tinbergen que, partiendo de la conducta animal, buscan generalizar sus resultados al ser humano. Postulan que la agresión puede darse de manera regular ya que hay mecanismos de “carga y descarga” que funcionan regularmente. Eibl-Eibesfeldt comparte estos razonamientos afirmando que el comportamiento preprogramado se encuentra en las esferas motora, receptiva y probablemente también en la impulsiva. Todo ello es debido a las adaptaciones filogenéticas.
En los últimos tiempos se tiende a no creer en esta agresividad innata. Scherer (1975) y Montagu (1978) son algunos de los que han criticado la existencia de impulsos agresivos en el ser humano.
Entre las teorías reactivas hay que destacar la teoría de la frustración-agresión que postula la motivación de la agresión en la interferencia del entorno en los objetivos del sujeto. Su origen se basa en el conductismo y se centra en el grupo de Yale de 1939. Feshbach y Berkowitz la reelaboraron con posterioridad y después ha terminado siendo defendida por un gran número de psicólogos.
La explicación del modelo catárquico se debe más a John Dollard y al grupo de Yale que a lo que hizo Freud. Sostienen que mediante la catarsis disminuye la expresión de la agresividad posterior pero Dollard reemplazó el componente instintivo por fuerzas impulsivas dando lugar a nuevas elaboraciones de la teoría catárquica. Bandura mediante una serie de experimentos demostró que la agresión es únicamente una de las muchas formas que puede tener la frustración.
Existen muchos problemas para determinar una supuesta fuente del caudal agresivo. Schere buscó determinar el origen en un arousal emocional pero esto finalmente no ha quedado suficientemente claro. En la teoría de la frustración-agresión se postula que el arousal emocional proviene de las frustraciones emocionales que son las que generan la suficiente energía como para que sea canalizada en la agresividad. Berkowitz hace una modificación de esta teoría sugiriendo que son las reacciones emocionales las que propician la agresión, al tiempo que rechaza la teoría de la catarsis.
La teoría del aprendizaje social (también reactiva) sostiene que las nuevas conductas agresivas pueden darse por la imitación de modelos agresivos. El reforzamiento directo es algo básico para este tipo de conductas. Según Dolf Zillman (“Hostilidad y agresión”, 1979) la única forma de combatir la conducta agresiva es privarla de su utilidad. Entonces para reducir esta equivalencia hay que mitigar los incentivos de la conducta agresiva a la par que se distribuyen equitativamente comodidades y servicios.

13 comentarios:

Francisco dijo...

Vaya que has hecho un excelente recorrido teórico de este constructo. Felicidades.

En lo personal me quedo con la pulsión de muerte freudiana. Sin embargo, no hay que pensarlo como algo dicotómico y reduccionista (pulsión de vida-muerte), sino todas las implicaciones que ha tenido no sólo en el comportamiento individual a través del desarrollo de una persona, sino también en el origen de diversas conductas y construcciones sociales como las reglas, el tabú, los lazos amistosos e incluso insituciones sociales como la Iglesia o el ejército.

Cito a Freud: "la cultura domina la peligrosa inclinación agresiva del individuo, (...) haciéndola vigilar por una instancia alojada en su interior" (Freud, 1930, "El malestar en la cutlura").

Esta instancia de la que habla Freud es el superyó. Por eso bien podemos decir que la cultura es la generadora y represora de las masas. La masa aplacada por el superyó entendido como conciencia moral y sentimiento de culpa, surge en condiciones favoralbes para satisfacer el instinto de agresividad. Cuando el individuo forma parte de la masa surge en él un sentimiento de invencibilidad y poder y se sitúa en una condición que le permite suprimir las represiones de esta tendencia inconsciente de muerte. Por eso la guerra, la revolución, el surgimiento y caída de gobiernos, etcétera...en fin, el impacto de esta idea freudiana en el estudio de los sistemas sociales es impresionante.

Es por ello que las teorías de agresión que has recopilado apoyan y evolucionan esta idea o la contradicen, pero a final de cuentas se basan en ella. Por ejemplo, Elías Canetti, pese a que escribió su famoso libro "Masa y Poder" durante 30 años para contradecir el ensayo de Freud "Psicología de las masas y análisis del yo", retoma el instinto de destrucción como eje de la masa y el poder.

Por supuesto, este tema da para mucho, mucho más pero quería mencionar esto para explicar porque me quedo con estos elementos de la teoría psicoanalítica.

Contrapsicología Salamanca dijo...

Aunque no están relacionadas directamente, también tienen que ver con la agresividad humana las teorías de la disonancia cognitiva y de la "justificación" (Milgram). Que se complementan muy bien con las del Aprendizaje Social (Bandura), y de la "deshumanización" -en realidad ahora mismo no me acuerdo del nombre técnico, pero consiste básicamente en eso- (también Bandura).
Recomiendo fervientemente el libro "El efecto Lucifer", de Phillip Zimbardo.
Aunque no comparto la visión cognitivista de las cosas que tienen esos psicólogos, lo cierto es que creo que no se pueden deshechar los descubrimientos que se han hecho al respecto.
Como he dicho otras veces en este blog, la teoría de la disonancia cognitiva predice, al contrario que las teorías pulsionales de la agresividad, que la descarga de agresividad genera más agresividad, y no sólo eso, sino también una justificación a esa agresividad. Como dicen los conductistas, el mejor predictor de la conducta futura, es la conducta pasada.
Repito, para los que no sepan nada de mi, que no soy cognitivista ni conductista. Tampoco creo que la "pulsión de muerte" fuera uno de los aciertos de Freud, al menos tal y como lo entienden muchos psicoanalistas. La gresividad no creo que surja de ninguna pulsión, o al menos no se comporta como tal, y si hay algún elemento autodestructivo en la persona, tampoco es, en una persona sana, pulsional, sino por el contrario, creo que se podría identificar mucho mejor con un mecanismo de defensa (y no quiero enrollarme mucho con el tema).

Un saludo

. dijo...

Francisco:

Me ha sorprendido tu elección de la pulsión de muerte de Freud y no lo digo porque prefieras prescindir de la dualidad vida-muerte. Para empezar me apoyo en que parece ser que hoy en día es un concepto algo trasnochado que tiende a menospreciarse. Pero sobre todo lo digo porque supone una reducción del ser humano a una simple mecánica de fluidos (tensión-alivio), además de suponer una maldad intrínseca de las personas. Todo ello amparado en una visión reduccionista que saca consecuencias a base de una observación parcial. (Ya hablé sobre lo injustificable del instinto de muerte en otra entrada). Por esto tampoco puedo compartir esta visión de la cultura como elemento represor que tenía Freud. Estas suposiciones se basan en su mentalidad burguesa mecanicista. Para él las cualidades humanas (lo mismo que las pulsiones) se gastan con el uso. Él mismo dijo que no tiene amor para todo el mundo y por ello debe administrarse. Obviamente esto supone no comprender que el amor es una capacidad que se desarrolla y no se gasta con el uso y no al contrario. Como acabo de decir esta errónea visión se debe a su mentalidad burguesa que él decidió ignorar y que le hacía pensar que “guardando se tiene”.

Este supuesto instinto de agresividad no existe de por sí. Es la propia sociedad la que condiciona a la persona al generar violencia e impelerla a este ciclo. Con este panorama no es de extrañar que Freud percibiese al individuo en sociedad como un ser que únicamente se relaciona para su propio beneficio, siendo así el provecho mutuo el último fundamento de la cohesión social.

Que un individuo forme parte de la masa le supone la seguridad de la pertenencia al grupo. Resulta secundario si ese grupo funciona o no de una forma éticamente adecuada. Aquí también se revela que este supuesto instinto de agresividad no es inherente a la persona, sino condicionado por la sociedad. Precisamente la reciente entrada que escribí sobre el experimento Milgram también describe lo que es la pertenencia a la masa como fusión con “lo otro”.

Contrapsicología salamanca:

Justamente. Una de las características de la violencia es que genera más violencia. Crea así un ciclo que, a modo de bola de nieve, crece y se retroalimenta a sí misma sin que a estas alturas haya necesidad de ningún estímulo interno. René Girard (que por cierto hace una crítica durísima a Freud) mantiene también esta posición. Girard se expresa con estas palabras: “Dos hombres llegan a las manos; tal vez corra la sangre; estos dos hombres ya son impuros. Su impureza es contagiosa; permanecer junto a ellos comporta el riesgo de verse mezclado en su pelea. Sólo hay un medio seguro de evitar la impureza, es decir, el contacto con la violencia, el contagio de esta violencia, y es alejarse de ella” cuando habla del sacrificio. Esta misma cita es de lo más destacado y revelador que me pareció encontrar cuando escribí sobre la descripción que da Girard del ritual del sacrificio.

Visto todo esto es obvio que comparto contigo el que la agresividad no puede ser fruto de ninguna pulsión interna. Hace ya bastantes años Hernández Peón fue uno de los que tiró por tierra esos supuestos centros fisiológicos de la agresividad.

Gracias y saludos para ambos.

Francisco dijo...

Aunque las propuestas de aprendizaje vicario o aprendizaje social, así como las conductistas suenan de alguna forma "atractivas" para explicar la agresividad , me cuesta trabajo pensar que la agresión tenga un génesis meramente social, haciendo a un lado los impulsos inconscientes.

Pensémoslo de esta manera, ¿cómo explicar entonces el origen de la personalidad obsesiva sin la pulsión anal-erótico sádica (por supuesto, se trata de una pulsión agresiva inconsciente)? El comportamiento obsesivo no es mas que una formación reactiva de pulsiones destructivas reprimidas por el superyó (sentiminto de culpas). Si nos vamos a las explicaciones expuestas por teóricos en contra de la pulsión de muerte, no explican pero ni cercanamente bien el comportamiento obsesivo.

Por otro lado, ¿cómo explicar las relaciones de poder sin la pulsión agresiva? Si entendemos el poder como la capacidad de un individio de instigar una conducta ajena, es necesario que exista el par opresor-oprimido. Si tomamos una visión sadiana, ésta sitúa al par opresor-opromido como el orden de la naturaleza que tiende a la destrucción. Asimismo, es innegable dejar de pensar en un masoquismo y sadismos en las relaciones de poder, y hablar de un componente erógeno. Bien los griegos lo tenían presente, donde en esa época era valorizada la posición del dominador porque el ciudadano no puede tener un rol pasivo en su relación erótica con el otro. No podemos olvidar la estructura erastés-erómenos, en donde el joven no podía ser ciudadano por ser pasivo en el amor. La política, desde sus albores implicaba dos posiciones: dominante y dominidado. La erótica engrendra a la política, no hay manera de escapar a esta estructura, pues como diría Susana Bercovich en "Aproximación a una erótica del poder": "nos sometemos a aquello que erigimos". ¿Cómo explicar este origen erótico del poder sin la pulsión de muerte? El masoquismo es el punto de convergencia entre las formas eróticas y políticas del par opresor-oprimido, pues implica un goce que da vida y razón de ser a este binomio. Te pregunto...¿realmente crees que el masoquismo es una formación cultural como dicen las teorías que expones? Porque yo pienso que no, que es parte de la naturaleza misma del hombre (Homo homini lupus).

Francisco dijo...

Ahora que si lo quieres traspolar a un experimento, tenemos el experimento de Stanford en 1971, en donde se reclutaron voluntarios para participar en una prisión simulada para desempeñar los roles de guardias y presos. El resultado arrojó un escenario de situación extrema en donde se pudo observar sin censura, en su desnudez pura, la naturaleza agresiva del hombre, es decir, la pulsión de muerte como regente de dicho performance. Asimismo hay una similitud con la visión de Sade de enfrentar al ser humano consigo mismo y sus fantasmas en la lectura de su obra. Como dice Baudelarie: "en lo aberrante encontramos deleite y placer en lo más detestable". En este experimento, en donde los voluntarios presos renunciaron a todos sus derechos antes de ingresar al mismo, se observó que únicamente podría regir la moral sadiana en un ambiente en donde la moral tradicional fue completamente nulificada. Si la ley es aquella que domina la inclinación y la naturaleza agresiva del hombre, cuando ésta queda a consideración del individuo, es el mismo individuo el que hace de SU DESEO LA AUTORIDAD MORAL, es decir, pusieron la moral a merced de su pulsión de muerte. El resultado, sin reglas, se liberó el instinto agresivo de los guardias, sin censura y convirtieron a los prisioneros "fetiches negros", que en un inicio fueron voluntarios para donar su libertad y ser utilizados como instrumentos, es decir, en masoquistas. Todo esto en aras de la pulsión de destrucción.

. dijo...

Sabes que es inevitable el paso por la fase oral, lo mismo que por la anal. Lo que sucede es que, como ya dijo Freud, lo habitual es que la persona tienda a la genitalidad y así se vaya formando el carácter maduro. Cuando no se lleva a cabo esta progresión el individuo puede quedar retenido de una forma patológica en alguna de estas fases pregenitales. Es el individuo el que busca su propio desarrollo y al no conseguirlo (frecuentemente por impedimentos externos) se ve obligado a permanecer en alguno de estos estadios.

Observando estas fases podemos ver que el niño funciona en sus primeros años de vida con un grado alto de narcisismo. Después de orientarse a la fase genital comienza a mirar hacia fuera de sí. Es entonces cuando, a medida que vaya madurando, puede ir reduciendo su narcisismo. El grado de pervivencia del narcisismo es tan importante que señala hasta qué punto una persona puede considerarse madura. Se puede decir que a menor narcisismo, mayor madurez y mayor capacidad de abrirse hacia lo que es externo a uno. No quisiera enrollarme demasiado en este apartado pero la inmensa mayoría de las religiones, al igual que otras disciplinas humanísticas, tienen entre sus principales intereses el conseguir que el individuo se abra tanto hacia su exterior como hacia su propia realidad. En este sentido también buscan una madurez personal a base de reducir al máximo posible el narcisismo.

De esta misma forma se puede explicar lo que comentas de las relaciones de poder. Fundamentalmente son fruto de un carácter inmaduro. La relación sádica o la masoquista se basa en la necesidad humana de mantener una relación con un grupo que impida enloquecer al individuo (hay que entender que el hombre es un fundamentalmente un ser social). Cuando esta relación no tiene vías de conseguirse de una forma madura (es decir, de forma que no ponga impedimentos a la realización plena del individuo) la persona buscará mantener esta ligazón a base de someterse a algo o alguien o a base de dominarlo. En ambos casos se reduce la distancia de la persona con la realidad humana exterior a ella y así se “alivia” este sentimiento de soledad.

Sucede también que estas formas inmaduras de relación del individuo con su entorno son relativamente fáciles de conseguir y sobre todo ofrecen un tipo de satisfacción muy rápida. Es este el motivo de que en casos como en el del experimento de Stanford la mayoría optase por la situación sádica. Por cierto, me ha interesado y me interesa bastante el experimento de Stanford pero creo que es éticamente reprobable. El experimento de Stanford demuestra lo mismo que, por ejemplo, ha sucedido en casi todas las guerras pero infringiendo un dolor innecesario a los sujetos del experimento. Demuestra que las que la tienen posibilidad de ejercer el poder se dejarán llevar por el camino fácil porque la mayoría de ellas carecen de la madurez y el autocontrol necesario para evitarlo (además también habría que tener en cuenta otros factores que también pueden impeler a la persona como, por ejemplo, el estrés. Dominar a alguien produce una sensación fisiológica instantánea, muy intensa y bastante placentera (también habría que considerar el tipo de placer que, como poco, no constituye un bien moral). Este es el motivo fundamental de que las relaciones de poder hayan predominado tanto.

En realidad de lo que verdaderamente estamos tratando es de si el ser humano es intrínsecamente malvado, que es lo que se acaba deduciendo desde la pulsión de muerte de Freud, o de si, por el contrario, tiene una actitud innata para el bien que termina siendo restringida por factores externos. Mi postura es esta última. Con esto también intento responder a la pregunta de tu comentario.

Saludos

Francisco dijo...

Blues,

Creo que en esta ocasión has malentendido a Freud o bien a la postura psicoanalítica. Tu tratas de explicar el sadismo y masoquismo desde las fijaciones en las etapas sexuales del desarrollo, lo que resulta un error epistemológico garrafal cuando debiesen explicarse desde la estructura perversa entendida como sexualidad infantilizada y parcializada (que no es para nada lo mismo que una fijación en la etapa genital) que tiene como finalidad última generar ANGUSTIA en el Otro con "O" mayúscula, es decir, en la LEY (entendida como la instancia represora -superyó- de las pulsiones de muerte y sexuales). Esa es la razón de ser del sadismo y el masoquismo, y no tiene nada que ver con supervivencia o adaptación social por inmadurez como mencionas. El masoquista, por ejemplo, no busca para nada "aliviar" su soledad o reducir la distancia con la realidad como mencionas, el masoquista busca angustiar para generar goce y para ello requiere hacer a un lado la ley para dar rienda suelta a su pulsión de muerte. Es por eso que Sacher-Masoch, quien le da nombre al masoquismo, habla de un "fetiche negro", lo que necesariamente nos tiene que llevar a pensar en elementos de destrucción. Además el sadismo y masoquismo para nada son formas rápidas de satisfacción como indicas, serán formas parcializadas, más no rápidas. Requieren de todo un performance y de todo un escenario psicológico para poder angustiar a ese Otro (la ley). El caso del experimento de Stanford es un claro de ejemplo de la necesidad de ese escenario. Y hablando de dicho experimento, por supuesto que es éticamente reprobable y nunca debió ser. Sin embargo, vale la pena pensar en por qué la gente que participó fueron voluntarios sino más que por su instinto de destrucción, en realidad nada tiene que ver la cuestión social, pues nadie los obligó a participar. Por eso cité arriba y vuelvo a citar a Baudelaire: "en lo aberrante encontramos deleite y placer en lo más detestable". Porque no hay otra razón lógica para explicar el porqué estas personas participaron en este experimento y aceptaron perder sus derechos humanos más que por el instinto de muerte, no hay una explicación de elementos sociales que satisfagan lo suficientemente bien la explicación a este por qué....

Continúo en otro comentario.

Francisco dijo...

CONTINUACIÓN...

Ahora a lo que nos atañe, ¿qué tiene qué ver esto con la cuestión pulsión de muerte como algo intrínseco del ser humano, o en otras palabras, si el hombre es agresivo por naturaleza? Muchísimo. Al igual que la neurosis obsesiva, el masoquismo es un claro ejemplo de ello. En primer lugar hay que entender y tener muy pero muy claro que el poder necesariamente proviene de lo erótico, de que tiene que haber necesariamente uno que sirve de falo y otro de vaso, el falo es el dominador y el vaso el dominado, así lo requiere el coito necesariamente, no de fijaciones ni cuestiones de inmadurez como explicas. Esto evoluciona de tal manera que deja de ser sólo una cuestión erótica de dominador-dominado para pasar a otras estructuras. Lo erótico es el origen del poder, no hay más. Pues bien, partiendo de este punto, el masoquismo ejemplifica claramente esta erótica del poder y si el masoquismo busca angustiar al Otro para satisfacer su pulsión de muerte, entonces podemos pensar que las relaciones de poder parten de la necesidad de satisfacer dicha pulsión. En otras palabras, el poder surge como una forma de dominar a otro (con "o" minúscula, es decir, a otro individuo) para angustiar al Otro (la ley) en aras de satisfacer su pulsión de muerte. Y como el poder esta presente en todas las relaciones humanas (laborales, de pareja, de familia, etcétera) y tiene un origen erótico, necesariamente tenemos que pensar que la pulsión de muerte es una característica intrínseca del ser humano, osea, el ser humano es agresivo por naturaleza, que se hace presente cuando individuo ejerce poder. Con el poder ejemplifico la existencia de la pulsión de muerte.

Y por si no llegamos a un acuerdo tomando el ejemplo que puse del masoquismo y el poder para comprobar la existencia de la pulsión de muerte, cierro con esta pregunta, ¿cómo explicas el comportamiento obsesivo erradicando la pulsión de muerte, o, lo que es lo mismo, lo intrínseco de la agresividad humana?

Saludos.

. dijo...

Claro. En la superficie el masoquista busca sufrir para obtener goce, hasta aquí lo básico de esta posición. Pero no se puede mantener en una posición “tranquila y neutra” como podría estar una persona no masoquista porque así es precisamente cuando la situación se le hace insoportable. Para evitarlo tendrá a “fusionarse” con algo o alguien que solucione esta sensación de “vacío”. Digo alguien porque un masoquista no necesita necesariamente una persona a la que mantenerse ligado. Puede hacerlo con una entidad, un grupo de individuos, etc.. En el fondo el masoquista encuentra así algún tipo de solución a su “conflicto existencial”.

Con “formas rápidas de satisfacción” me refiero a que en una situación de angustia se obtiene algún tipo de “solución” (en este caso mediante el placer) que oculta o mitiga temporalmente esta angustia. Como no supone ningún tipo de solución definitiva (por este ocultamiento-mitigación que menciono) el problema reaparece y la persona tenderá a buscar una solución de la misma manera. El fundamento es el mismo que el de un neurótico que, al creer que sus problemas provienen del exterior, buscará cambiar lo que conforma su propio mundo para amoldarlo a lo que le pide la neurosis.

El poder, en cuanto a forma de dominación, se perfila como un aspecto preferentemente sádico y no con primacía del masoquismo (si es que no te he malinterpretado). Digo esto porque mediante el poder se ejerce la voluntad propia sobre otros individuos o entidades. En esta forma de relación también se supera la soledad personal pero esta vez a base de someter. En este sentido supone lo mismo que una actitud masoquista porque en ambos casos el individuo no necesita afrontarse a sí mismo y puede cubrir su vacío existencial con la ilusión de verse unido a algo.

No creo que la motivación de las personas que aceptaron participar en el experimento de Stanford fuese dar rienda suelta a este “instinto de destrucción inherente” del que hablamos. Hay multitud de facetas en la vida en la que se puede desempeñar un rol parecido al que tuvieron los carceleros y eso sin llegar a situaciones extremas (como la del conflicto bélico que mencionaba). Por ejemplo, hay infinidad de padres que disponiendo de una situación de casi omnipotencia sobre sus hijos se pueden encontrar en una situación idéntica y pueden canalizar la agresividad mediante la dominación como sucedió con el experimento de Stanford. Así pues no creo que suponga ninguna prueba de una pulsión destrucción. Lo que refleja es lo tremendamente atractivo que resulta dejarse llevar por la violencia. No sólo en el plano fisiológico, también en el moral. Verse en una situación de omnipotencia sobre los demás hace olvidar la propia condición humana limitada. Sentirse como un dios, conforma la ilusión de que se es dios. En este sentido es una manera de “solucionar” el conflicto existencial inherente en el ser humano.

sigue...

. dijo...

(continuación)

Habría que pensar en qué motivaciones tuvieron las personas para participar en este experimento de forma voluntario. Quizás una curiosidad morbosa amparada por un supuesto revestimiento “científico”, quizás el aburrimiento,… en cualquier caso, si hubiesen llegado a hacerlo para infringir dolor de una forma consciente (cosa que dudo) el problema para estas personas existiría ya antes de entrar a formar parte del experimento, pero no porque existiese esta pulsión de muerte. Sería porque no tenían la madurez suficiente como para evaluar la situación y no perder los papeles.

Es obvio que el ser humano mantiene tiene una agresividad que seguramente proviene de su origen animal. Pero la mayor parte de esta agresividad es “generada” no innata. Si comprendemos que todo ser humano, en cuanto a persona, necesita satisfacer sus necesidad básicas (alimento, relación con otros individuos, sexualidad etc..), cualquier impedimento en este proceso de desarrollo personal supondrá la generación de agresividad. Esta es la respuesta del individuo al atentado que le supone no poder crecer humanamente. Simplemente suprimiendo estos impedimentos la agresividad se reduce a niveles mínimos (todo esto sin olvidar que la agresividad también se genera de más formas).

Es verdad que esta relación de poder supone una fusión similar a la establecida sexualmente. Me parece acertada la comparación con el falo-vaso, pero este tipo de relación, que es una simbiosis en el sentido de fusionarse con lo externo a uno, supone un sadismo implícito. La diferencia con la unión madura es que en ésta la persona se une a lo externo sin anular el crecimiento de nadie (no anula a lo que pretende unirse y tampoco a sí mismo). En el coito se da una relación de fusión pero no tiene por qué implicar la anulación de ninguna de las partes. Puesto a hablar de poder el sádico quiere a la persona que domina en cuanto es suya. No le interesa el desarrollo personal de ese otro individuo. En el momento que deja de pertenecerle deja de interesarle su situación.

Tu postura es acertada en cuanto describe lo que sucede. Es verdad que rascando un poco en la superficie se puede ver como muchas de las relaciones humanas están regidas por motivos bastardos, pero en lo que difiero es en la suposición de que el origen de esto sea intrínseco al ser humano (que, en el fondo, creo que es a lo que va a parar una perspectiva así). Sé que aquí está una equivocación común y muy extendida pero ello no hace que siga siendo algo errado. Si no se quiere ver a la persona en todas sus dimensiones inevitablemente acabaremos intentando comprenderla de forma “mecánica”, lo que ya de por sí es una equivocación. Contemplar al ser humano desde esta perspectiva implica posturas perversas o conclusiones monstruosas. Por ejemplo la visión freudiana que termina por observar al ser humano como algo intrínsecamente malo que debe ser reprimido para conseguir logros culturales o para que pueda entablar relaciones sociales.

Es un tema muy interesante y te agradezco mucho la charla.

Saludos

Contrapsicología Salamanca dijo...

Uyuyuy...
A ver, el obsesivo, desde una perspectiva psicodinámica se explica muy bien sin convertir la agresividad en una pulsión. Puede que el obsesivo tenga comportamientos autodestructivos (el superyo nunca reprime, es siempre el yo). Sin embargo, es muy probable, por la experiencia que tengo que la rigidez obsesiva, no se deba a ese supuesto impulso autodestructivo, sino a una necesidad de controlar "retentiva", de culpa por unas exigencias superyoicas que el yo no puede abarcar.
Si hablamos de gente manifiestamente autodestructiva, lo que podría ser un borderline, por ejemplo, es muy probable que el conflicto se encuentre en fases orales, sin llegar a la psicosis, y esa autodestructividad se deba más a unos límites en el yo no ajustados.
Sobre el experimento de la prisión de Stanford, en él está inspirado el libro "El efecto Lucifer". Me parece un ejemplo genial para hablar de la agresividad en términos "sociales" y "psicodramáticos".
La gresividad humana no es una pulsión. No funciona de manera "hidráulica". Recomiendo el libro "El animal social" de Aronson. Ahí explica muy bien esto y lo ilustra con decenas de experimentos (incluso hay uno de un psicoanalista que para explicar la pulsión de muerte se llevó una sorpresa).
Blues: El que yo considere que no es una pulsión, no quiere decir que no considere que haya centros nerviosos encargados de ella. El control de impulsos no es una pulsión y tiene para sí la parte orbitofrontal, la visión tampoco y tiene el occipital.
Creo también que hay que distinguir la agresividad instrumental (por ejemplo, pegar a alguien una patada para meter gol), de la agresividad como fin.

Francisco dijo...

Contrapsicología:

El mismo Freud explica que un obsesivo para defenderse de una representación inconciliable (una huella mnémica, no el evento tal cual) emprende el divorcio entre dicha representación y su afecto, es decir, es un esfuerzo para que ese afecto permanezca en el ámbito psíquico, por lo que la representación queda segregada de toda asociación dentro de la consciencia, pero su afecto liberado se adhiere a otras representación no incociliables para el yo, que en virtud de este "enlace falso" devienen representaciones obsesivas. El comportamiento obsesivo no son mas que medidas protectoras que buscan proteger al otro de su propia agresión, es decir, el obseso se protege de representaciones irrenconciliables de agresividad. Es cierto que las acciones obsesivas son defensas, nunca agresiones. ¿Pero de qué se defiende? De pulsiones anal erótico-sádicas. El obsesivo reprime estas pulsiones mediante el mecanismo de defensa de la formación reactiva.

Analicemos este punto. hablamos de que se trata de una pulsión (y no de un instinto) porque está marcado por una relación con el otro, por el significado que se le ha dado, por una historia. Esta pulsión tiene dos metas: activa y pasiva. La activa es el sadismo porque en la infancia la agresión se vivió como placentera. la pasiva es el erotismo anal en términos de retensión. Tenemos que pensar entonces en una organización pregenital sádico-anal-erótica, es decir, un placer previo a la etapa genital.

Es enconces cuando deviene la hipermoral para poder defender su amor de objeto contra su propia hostilidad. El comportamiento obsesivo es una formación reactiva porque su mayor temor es el retorno de lo reprimido, es decir, la pulsión anal erótica sádica. No olvidemos que los objetos son lo que un individuo satisface la pulsión. el deseo llega a tal grado que uno de forma inconsciente puede buscar destruir el objeto, es decir, desaparecerlo como sujo porque siempre está en función de lo que uno quiere: "castiga bien porque lo ama".

El comportamiento obsesivo surge como una defensa de la agresión ejecutada con placer. En pocas palabras, de acuerdo con Freud, el comportamiento obsesivo SÍ es originado por una pulsión. Y la necesidad de controlar que tu comentas es un SÍNTOMA no la génesis del comportamiento obsesivo.

Sugiero la lectura de "Predisposiciones a la neurosis obsesiva. Contribución a la elección de la neurosis" de Freud.

Ahora bien el caso de los limítrofes, si bien nos habla de comprotamientos autodestructivos no están relacionados con pulsiones agresivas y por tal motivo no lo utilicé como ejemplo. Con respecto al experimento de Stanford yo sabía que estaba basado en la novela de Mario Giordano "Black Box".

La recomendación de "El animal social" suena muy interesante. Saludos.

Francisco dijo...

OJO: Otra cosa básica que olvidé comentarte contrapsicología. Yo nunca hablé de pulsiones autodestructivas en el obsesivo (y ni si quiera en el masoquista porque operan otras cosas), yo hablé de pulsiones destructivas con el otro. Es importante destacar esta diferencia. Saludos

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