Aunque tiende a considerarse la medicina como un bien, en realidad no es más que una herramienta susceptible de ser empleada para el bien o para el mal. Durante la época nazi de Alemania quedaron bastantes ejemplos de este uso “distinto” del conocimiento médico.
Si bien el médico se encuentra subordinado a la sociedad en la que crece y vive, también es cierto que debe de darse una destrucción de su persona concreta para poder operar de este modo sin terminar con graves trastornos psicológicos. Aplicando a este proceso el lema “eres lo que haces” debemos de pensar que, o bien la persona del médico estaba ya aniquilada antes de comenzar a ejercer la medicina de este manera, o bien ha sido el propio proceso el que ha terminado de aniquilarla. En cualquier caso es muy destacable resaltar que en esta época los médicos nunca fueron obligados a ejercer ningún tipo de experimentos en personas, los que lo ejecutaron lo hicieron de modo voluntario. Este hecho vuelve a poner de manifiesto la intensa atracción que ejerce en una persona común el dominar sádicamente a otras.
Una vez que es evidente el origen de este camino de la medicina podemos empezar a interrogarnos sobre cómo funciona la persona del médico. Si un ser humano tiene la capacidad de realizarse por medio de su trabajo en este caso no tiene por qué ser distinto. El médico, sumido en un vacío personal merced a esta situación, tenderá a utilizar los conocimientos médicos que tiene para resolver su propio problema por un camino distinto. Para empezar es casi inevitable que se interrogue de alguna manera sobre el significado de la vida, que no es más que interrogarse sobre el significado de la suya propia, pero esta vez utilizará de un nuevo modo una de las constantes de la medicina occidental, la disección. Si la vida termina siendo algo no del todo explicado por la ciencia (aunque generalmente se busque desde aquí reducirla a un “caldo primigenio”) que sólo es posible aproximarse a comprender mediante las distintas formas de lo que podríamos llamar “contemplación” (ver, amar, etc,..), el médico del movimiento nazi tenderá a intentar desmontarla buscando comprender mediante las partes lo que sólo tiene sentido cuando funciona como un todo.
Además este médico podrá otorgarse a sí mismo el papel de dios, ya que no necesita mantenerse fiel a la tradición del juramento hipocrático. Ahora puede tomar decisiones sobre lo que es bueno o malo y, sobre todo, puede decidir sobre cómo debe de ser la vida o si ésta debe de cesar o continuar. Heinrich Rindsfleisch, que fue médico en el campo de concentración Majdanek (Polonia), ejemplifica perfectamente esta posición del médico como dios. Él enviaba a los prisioneros que se le antojaba a la cámara de gas simplemente señalándolos con el dedo. Si en el Génesis bíblico Dios crea el mundo mediante su palabra, análogamente este hombre lo aniquilaba con una expresión todavía más mínima, un gesto.
Podría pensarse que el empleo de la medicina tocó fondo bajo el movimiento nazi, sin embargo este uso, al ser ejercido por personas, siempre es susceptible de repetirse bajo esquemas similares. En la película “Impulse” (“Impulso”, 1984) esto queda representado en el personaje de un médico que juega a cortar el oxígeno de un paciente que se encuentra en estado casi inconsciente. Con una simple opresión del tubo de respiración se decide entre la vida o la muerte del enfermo. En torno a los cincuenta y seis segundos del tráiler de esta película (que está aquí puesto) se puede ver un fragmento de esa escena.
Nota: En la foto puede verse a Joseph Mengele, uno de los médicos de la Alemania nazi.
Si bien el médico se encuentra subordinado a la sociedad en la que crece y vive, también es cierto que debe de darse una destrucción de su persona concreta para poder operar de este modo sin terminar con graves trastornos psicológicos. Aplicando a este proceso el lema “eres lo que haces” debemos de pensar que, o bien la persona del médico estaba ya aniquilada antes de comenzar a ejercer la medicina de este manera, o bien ha sido el propio proceso el que ha terminado de aniquilarla. En cualquier caso es muy destacable resaltar que en esta época los médicos nunca fueron obligados a ejercer ningún tipo de experimentos en personas, los que lo ejecutaron lo hicieron de modo voluntario. Este hecho vuelve a poner de manifiesto la intensa atracción que ejerce en una persona común el dominar sádicamente a otras.
Una vez que es evidente el origen de este camino de la medicina podemos empezar a interrogarnos sobre cómo funciona la persona del médico. Si un ser humano tiene la capacidad de realizarse por medio de su trabajo en este caso no tiene por qué ser distinto. El médico, sumido en un vacío personal merced a esta situación, tenderá a utilizar los conocimientos médicos que tiene para resolver su propio problema por un camino distinto. Para empezar es casi inevitable que se interrogue de alguna manera sobre el significado de la vida, que no es más que interrogarse sobre el significado de la suya propia, pero esta vez utilizará de un nuevo modo una de las constantes de la medicina occidental, la disección. Si la vida termina siendo algo no del todo explicado por la ciencia (aunque generalmente se busque desde aquí reducirla a un “caldo primigenio”) que sólo es posible aproximarse a comprender mediante las distintas formas de lo que podríamos llamar “contemplación” (ver, amar, etc,..), el médico del movimiento nazi tenderá a intentar desmontarla buscando comprender mediante las partes lo que sólo tiene sentido cuando funciona como un todo.
Además este médico podrá otorgarse a sí mismo el papel de dios, ya que no necesita mantenerse fiel a la tradición del juramento hipocrático. Ahora puede tomar decisiones sobre lo que es bueno o malo y, sobre todo, puede decidir sobre cómo debe de ser la vida o si ésta debe de cesar o continuar. Heinrich Rindsfleisch, que fue médico en el campo de concentración Majdanek (Polonia), ejemplifica perfectamente esta posición del médico como dios. Él enviaba a los prisioneros que se le antojaba a la cámara de gas simplemente señalándolos con el dedo. Si en el Génesis bíblico Dios crea el mundo mediante su palabra, análogamente este hombre lo aniquilaba con una expresión todavía más mínima, un gesto.
Podría pensarse que el empleo de la medicina tocó fondo bajo el movimiento nazi, sin embargo este uso, al ser ejercido por personas, siempre es susceptible de repetirse bajo esquemas similares. En la película “Impulse” (“Impulso”, 1984) esto queda representado en el personaje de un médico que juega a cortar el oxígeno de un paciente que se encuentra en estado casi inconsciente. Con una simple opresión del tubo de respiración se decide entre la vida o la muerte del enfermo. En torno a los cincuenta y seis segundos del tráiler de esta película (que está aquí puesto) se puede ver un fragmento de esa escena.
Nota: En la foto puede verse a Joseph Mengele, uno de los médicos de la Alemania nazi.
2 comentarios:
Yo diría que una cosa es la crueldad gratuita que puede inflingir un médico que padece trastornos en su psicología cayendo en el sadismo, y otra es la natural curiosidad humana que puede experimentar un científico y que en un momento dado le puede cegar la ambición por escrutar los misterios de la ciencia olvidando que los derechos de los individuos están ahí.
En ambos casos el paciente que pueda caer en sus manos lo tiene chungo, lo que varía es la motivación.
Supongo que al considerar infrahumanos a ciertos sectores eso supuso una percepción de libertad moral para experimentar con ellos.
Parece que decir "animal" es decir carta blanca, hoy en día se experimenta con animales en ocasiones de forma extremadamente cruel.
¿Tú crees que hoy en día no se lleva a cabo en ningún lugar del mundo experimentaciones que nos horrorizarían? yo sí lo creo, por estadística y por las características de la naturaleza humana tiene que haberlas.
Seguro que hay cientos de ricachones pagando investigaciones para alargar su vida.
Investigaciones raritas de hoy en día? mira por ejemplo el caso de los mendigos del cesid.
Sí. Lo que sucede es que la curiosidad científica puede acabar unida fácilmente al sadismo mediante la identificación con Dios. Es decir, al asumir la potestad sobre los demás suplantamos la posición de Dios otorgándonos ese papel. Es obvio decir que entre sentirse como Dios y ser Dios hay diferencias pero el trecho se acorta al posicionarse en ese papel.
Desde luego que hay experimentos horribles. Se supone que se reducen a lo necesario pero creo que lo "necesario" ya es de por sí horrible y, además, poca veces se llega a ese listón.
Uhmm... no sé qué pasó con esto que comentas de los mendigos del cesid.
Saludos
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