El sistema nazi constituye una forma extrema del llamado “carácter autoritario” y la autobiografía de Hitler es un buen ejemplo de esta actitud. El sadismo es el impulso, con fuertes connotaciones destructivas, dirigido al ejercicio del poder ilimitado sobre otra persona. Hitler mostraba un claro anhelo sádico de poder, como constantemente muestra en el “Mein Kapf”. Habla de la satisfacción de las masas al sentirse dominadas: “Lo que ellas quieren es la victoria del más fuerte y el aniquilamiento o la rendición incondicional del más débil.”.
Describe la forma de quebrantar la voluntad del público por obra de la fuerza superior del orador, lo que constituye el papel esencial de la propaganda: “Por la noche, sin embargo, sucumben más fácilmente a la fuerza dominadora de una voluntad superior”, y cómo se debe de impeler a la gente para que adopte la nueva ideología: “El mitin de masas es necesario, al menos para que el individuo, que al adherirse a un nuevo movimiento se siente solo y puede ser fácil presa del miedo de sentirse aislado, adquiera por primera vez la visión de una comunidad más grande […] y allí sentirse circundado por miles y miles de personas que poseen las mismas convicciones … él mismo deberá de sucumbir a la influencia mágica de lo que llamamos sugestión de la masa.”
Aunque eran los líderes los que disfrutaban del poder, el sistema nazi también proporcionaba a las masas su parte de satisfacciones sádicas, de forma que por seguir el esquema romano, si no tenían demasiado “pan” cuando menos tendrían garantizado el “circo” que garantizaría su satisfacción. Las minorías raciales y políticas, que eran descritas como débiles y decadentes, fueron el principal objeto de ello. Hitler dice irónicamente: “En verdad la idea humanitaria pacifista es quizá completamente buena siempre que el hombre de más valor haya previamente conquistado y sostenido el mundo hasta el punto de haberse trasformado en el único dueño del globo.”.
Hitler generalmente quiere racionalizar su apetito de poder. Sus justificaciones principales son que: la dominación sobre los otros pueblos se dirige al mismo bien y se realiza a favor de la cultura mundial; y que sus intentos de dominación constituyen tan sólo actos de defensa contra los intentos ajenos de dominarlo a él y al pueblo alemán. Él únicamente desea la paz y la libertad, aunque claro bajo su gobierno y con sus propios conceptos de “paz” y “libertad”. Según él mismo dice una “paz apoyada no ya en las ramas del olivo de llorosas mujeres pacifistas, sino fundada en la espada victoriosa de los señores, que coloca al mundo al servicio de una cultura superior.”. Su justificación del dominio como una defensa frente a los ataques ajenos lo presenta a él y al pueblo alemán como “los inocentes” y los enemigos son los otros, los brutos sádicos entonces, paradójicamente, acusa a los judíos, los comunistas y los franceses de las mismas cosas que afirma constituyen los objetos más legítimos de sus acciones. Hitler debió de percatarse de esta contradicción y por eso intenta solucionarlo afirmando que en los judíos el instinto de autoconservación carece de los ideales que pueden hallarse en el impulso de dominación de los arios.
En una segunda racionalización su deseo de poder lo haya fundado en las leyes de la naturaleza y surge, como suele ser común en el carácter sádico, en su deseo de fusionarse a un poder ajeno. El darwinismo tiene su propia interpretación en Hitler y sirve para expresar y justificar su sadismo. Una anécdota de la época en la que vivía en Munich, cuando por entonces era un completo desconocido, ilustra esto. Había “adquirido el hábito de arrojar pedacitos de pan a los ratones que se hallaban en una pequeña habitación, y mirar como esos graciosos animales brincaban y reñían por aquellos pocos alimentos.”. En este juego representaba en pequeña escala su interpretación de la lucha por la vida de Darwin. Además de la pérfida interpretación es llamativo que Hitler se posicionaba en este juego como Dios supremo, ya que era él el que lo iniciaba y lo controlaba.
Describe la forma de quebrantar la voluntad del público por obra de la fuerza superior del orador, lo que constituye el papel esencial de la propaganda: “Por la noche, sin embargo, sucumben más fácilmente a la fuerza dominadora de una voluntad superior”, y cómo se debe de impeler a la gente para que adopte la nueva ideología: “El mitin de masas es necesario, al menos para que el individuo, que al adherirse a un nuevo movimiento se siente solo y puede ser fácil presa del miedo de sentirse aislado, adquiera por primera vez la visión de una comunidad más grande […] y allí sentirse circundado por miles y miles de personas que poseen las mismas convicciones … él mismo deberá de sucumbir a la influencia mágica de lo que llamamos sugestión de la masa.”
Aunque eran los líderes los que disfrutaban del poder, el sistema nazi también proporcionaba a las masas su parte de satisfacciones sádicas, de forma que por seguir el esquema romano, si no tenían demasiado “pan” cuando menos tendrían garantizado el “circo” que garantizaría su satisfacción. Las minorías raciales y políticas, que eran descritas como débiles y decadentes, fueron el principal objeto de ello. Hitler dice irónicamente: “En verdad la idea humanitaria pacifista es quizá completamente buena siempre que el hombre de más valor haya previamente conquistado y sostenido el mundo hasta el punto de haberse trasformado en el único dueño del globo.”.
Hitler generalmente quiere racionalizar su apetito de poder. Sus justificaciones principales son que: la dominación sobre los otros pueblos se dirige al mismo bien y se realiza a favor de la cultura mundial; y que sus intentos de dominación constituyen tan sólo actos de defensa contra los intentos ajenos de dominarlo a él y al pueblo alemán. Él únicamente desea la paz y la libertad, aunque claro bajo su gobierno y con sus propios conceptos de “paz” y “libertad”. Según él mismo dice una “paz apoyada no ya en las ramas del olivo de llorosas mujeres pacifistas, sino fundada en la espada victoriosa de los señores, que coloca al mundo al servicio de una cultura superior.”. Su justificación del dominio como una defensa frente a los ataques ajenos lo presenta a él y al pueblo alemán como “los inocentes” y los enemigos son los otros, los brutos sádicos entonces, paradójicamente, acusa a los judíos, los comunistas y los franceses de las mismas cosas que afirma constituyen los objetos más legítimos de sus acciones. Hitler debió de percatarse de esta contradicción y por eso intenta solucionarlo afirmando que en los judíos el instinto de autoconservación carece de los ideales que pueden hallarse en el impulso de dominación de los arios.
En una segunda racionalización su deseo de poder lo haya fundado en las leyes de la naturaleza y surge, como suele ser común en el carácter sádico, en su deseo de fusionarse a un poder ajeno. El darwinismo tiene su propia interpretación en Hitler y sirve para expresar y justificar su sadismo. Una anécdota de la época en la que vivía en Munich, cuando por entonces era un completo desconocido, ilustra esto. Había “adquirido el hábito de arrojar pedacitos de pan a los ratones que se hallaban en una pequeña habitación, y mirar como esos graciosos animales brincaban y reñían por aquellos pocos alimentos.”. En este juego representaba en pequeña escala su interpretación de la lucha por la vida de Darwin. Además de la pérfida interpretación es llamativo que Hitler se posicionaba en este juego como Dios supremo, ya que era él el que lo iniciaba y lo controlaba.
4 comentarios:
Ya sé que me repito pero me resulta inevitable. Es que siempre que hablas del nazismo encuentro un reflejo de lo que ocurre en la actualidad. Las palabras de Hitler acerca de defender sus peculiares "libertad" y "paz" con la espada son calcadas a las que pronunció Obama en su discurso de agredecimiento a su bonito premio Nobel de la paz. Si el parecido se detuviese ahí, no habría que desconfiar totalmente de Obama. Al fin y al cabo es opinable si es necesaria la espada para conseguir tan nobles fines. El parecido es que también ahora la mayoría lo apoya con alguna ligera crítica no esencial o, al menos, nadie quiere o puede hacer nada. Ayer nos enteramos de las nuevas "medidas" para luchar contra el "terrorismo internacional" y la "opinión pública" parece que las acepta sin problemas... Pero, sobre todo, otra vez se repite el silencio de la "buena gente." Saludos.
Es que en muchos aspectos la historia es cíclica, así que uno de los méritos es saber encontrar las conexiones entre sucesos distintos. Después de todo la humanidad no ha cambiado demasiado y seguimos terminando con los mismos errores.
No he visto el discurso de Obama pero no me extraña nada lo que dices. La mejor forma de dominar a alguien es que no se sepa dominado o, mejor aún, que quiera que lo dominen.
Poco a poco voy cambiando de opinión respecto a lo que te dije de Obama. Se me termina el margen de la duda razonable.
Saludos
Francamento no veo mucha diferencia entre el discurso de Hitler y por ejemplo el discurso de Yahvé en el Antiguo Testamento.
El que un pueblo se sienta elegido y por tanto superior a otros y desee aniquilarlos es algo típico de diversos grupos humanos a lo largo de la historia.
No se si existirán los pueblos o grupos humanos elegidos pero en caso de existir opino que se caracterizarían por su sabiduría-bondad y no por su estupidez-maldad.
Precisamente hace poco estaba argumentando en el blog de teología de forma parecida a como tú haces ahora respecto a las conexiones entre el totalitarismo y la religión.
De todas formas, y sin olvidar que en nombre de la religión se han hecho muchas (y seguramente las peores) barbaridades no hay que olvidar que los textos bíblicos no pueden ser leídos completamente de forma racional. Desde un punto de vista racional no tendría sentido para nosotros mucho de lo que allí hay puesto (gente de mucho más de cien años,etc...). Los textos bíblicos tienen su propio lenguaje y éste está mucho más próximo al lenguaje del mito que al de la racionalidad contemporánea.
Saludos.
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