Cuando es el momento de comprender la vida de personas ilustres el lugar común en el que se suele caer es la idolatría ciega. En lugar de reflexionar sobre el conjunto de factores que han influido sobre una determinada persona nos solemos quedar con el elogio fácil, un velo que nos oculta las verdaderas raíces y motivaciones que llevan a alguien a conseguir los logros que ha conseguido.
Erich Frömm intentó mostrarnos una visión más global que nos enseñe todas las caras de esta persona en “La misión de Sigmund Freud” (“Sigmund Freud’s Mission: An analisis of his personality and influence”, 1959). Un primer punto de partida está en que el propio Freud repetía insistentemente que el psicoanálisis había sido creación suya, lo que nos lleva a tener que conocer la personalidad de Freud para poder conocer lo que es el psicoanálisis. Un segundo punto de partida se basa en la teoría de que Freud distaba en realidad de ser una persona modesta y que, por el contrario, desde su infancia había alumbrado deseos de resaltar sobre los demás imponiendo al mismo tiempo sus criterios. El conocimiento fue el campo en el que consiguió estas metas y la sociedad psicoanálitica fue la “religión” que le sirvió para propagar autoritariamente su doctrina a base de rechazar otros criterios que estuviesen al margen del dogma. Una vez enunciadas las premisas intentaremos desarrollarlas.
Para comprender el origen de su personalidad tenemos que observar primeramente su contexto histórico. La monarquía austro-húngara era un imperio que se desmoronaba y la diferencia entre la ideología oficial y los hechos palpables de cada día era abismal. El propio padre de Freud tuvo que abandonar sus negocios a consecuencia de la inestabilidad política. Esto es ya de por sí un ambiente propicio que estimula un espíritu crítico.
En segundo lugar su relación con su madre. Para ella era su hijo favorito y lo colmó con todo su cariño, lo que se deja traslucir en una personalidad muy segura de sí misma con el sentimiento de estar destinado para el éxito. Posteriormente esta relación con su madre quedaría trasladada a su relación con el resto de las personas (su mujer, sus amistades, sus discípulos,…).
En la relación con su padre también vemos rasgos de lo que iba a ser su trabajo. La suprema confianza otorgada por su madre unida a una actitud de indiferencia sufrida por parte de su padre le hace ser resistente a las críticas, hasta el punto de que de niño orinaba deliberadamente en el dormitorio del padre como acto simbólico de posesión de la habitación y como gesto de agresividad hacia él (claro anticipo de su teoría del complejo de Edipo). Freüd mismo recordará de adulto como cuando el padre le increpó por esto diciéndole: “Este niño nunca será nada”, consiguió grabar estas letras tan a fuego en la mente de su hijo que repetidamente soñó con el tema enumerando sus logros como réplica a esta sentencia. Posiblemente de aquí surja su veneración por los héroes militares y sus tendencias políticas. Esta rebeldía hacía las instituciones paternas es positiva en cuanto a que le proporciona un espíritu crítico y buena parte del psicoanálisis se ha basado en ello, pero no hay que olvidar que Freud era un rebelde y no un revolucionario. Un revolucionario no busca la autoridad para dominar a los demás, cosa que si que hace el rebelde. Es decir, el rebelde busca situarse a él en lugar de la autoridad, no eliminarla. Un claro ejemplo de esto son los políticos, “rebeldes” hasta que no consiguen el poder y conservadores en cuanto se hacen con él.
En cuanto a su relación con el resto de las personas vemos la proyección de imagen materna. Una necesidad de sentirse reconocido y admirado por los demás que chocaba con su otra necesidad de independencia. Freud nunca consiguió superar este conflicto que había en su interior. De esta forma sus amistades siguieron una progresión pareja de apasionada unión a los comienzos para luego terminar rompiéndose de forma aparentemente no motivada. Así fue con Breuer (su mentor, que le indicó el camino para comenzar el psicoanálisis al descubrir en Ana O que mediante el hipnotismo podía liberar los problemas de su paciente y así llegar a al alivio sus síntomas); Fliess, el compañero que lo confirmaba y reconfortaba en sus opiniones; y Jung el discípulo primeramente escogido para “penetrar en la ciudad que Freud tan sólo podía divisar” y posteriormente repudiado sin ningún motivo claro.
Ilustrativo también es que Freud tendía a apropiarse de ideas de sus amigos más íntimos hasta hacer creer que la idea era suya cuando en realidad era de un amigo. Para Frömm esto es un reflejo de su necesidad de ser alimentado por una figura materna y, subsiguientemente, llegar a una situación en que la otra parte acepte esto como muestra de compromiso o rompa definitivamente para conseguir la autonomía buscada por Freud en su contradicción personal. Así sucedió con la idea de Fliess de la bisexualidad en el hombre, que Freud quiso ver como una simple corrección de la teoría que él mismo ya había elaborado sobre la sexualidad. Tenemos aquí unido otro elemento del carácter de Freud, el autoritarismo. Aunque escuchaba otras opiniones rara vez cambiaba de pensamiento sobre una idea que ya tenía suficientemente elaborada. Han Sachs es el que nos recuerda esta afirmación.
En el autoritarismo de Freud está de nuevo la necesidad de amor incondicional de la madre aquí proyectada. O se estaba a favor de sus teorías o en su contra, de la misma manera que era un padre amable con sus hijos cuando seguían sus designios y rudo cuando no iban por este camino. Este autoritarismo de pensamiento también encontró su proyección en la Asociación psicoanalítica, que se purgaba de los miembros que no fuesen fieles al dogma. Así las ansias políticas juveniles de Freud vieron proyección en una sociedad que velaba por el mantenimiento dogmático de su pensamiento marginando todo lo que discrepase de la pauta marcada.
En cuanto a su mujer mantuvo una relación desapasionada y de relativo poco contacto propiciada por su falta de disfrute en la vida y sus propias inhibiciones sexuales que Freud quiso ver como proyección de su líbido en el trabajo. Después de un entusiasta comienzo, en el que se mostraba como un novio apasionado, poco a poco fue tornándose en ser celoso con ansias de dominación completa sobre un género que consideraba inferior al masculino (entre otras cosas no hay que olvidar que considera a las mujeres como hombres castrados).
Su pasión por la verdad y la razón, unidas a unas dotes intelectuales muy por encima del término medio fueron guías en su vida. De cómo buscó formar su trabajo, ser un hombre insigne y perdurar en el tiempo a través de él hemos visto aquí un bosquejo.
Erich Frömm intentó mostrarnos una visión más global que nos enseñe todas las caras de esta persona en “La misión de Sigmund Freud” (“Sigmund Freud’s Mission: An analisis of his personality and influence”, 1959). Un primer punto de partida está en que el propio Freud repetía insistentemente que el psicoanálisis había sido creación suya, lo que nos lleva a tener que conocer la personalidad de Freud para poder conocer lo que es el psicoanálisis. Un segundo punto de partida se basa en la teoría de que Freud distaba en realidad de ser una persona modesta y que, por el contrario, desde su infancia había alumbrado deseos de resaltar sobre los demás imponiendo al mismo tiempo sus criterios. El conocimiento fue el campo en el que consiguió estas metas y la sociedad psicoanálitica fue la “religión” que le sirvió para propagar autoritariamente su doctrina a base de rechazar otros criterios que estuviesen al margen del dogma. Una vez enunciadas las premisas intentaremos desarrollarlas.
Para comprender el origen de su personalidad tenemos que observar primeramente su contexto histórico. La monarquía austro-húngara era un imperio que se desmoronaba y la diferencia entre la ideología oficial y los hechos palpables de cada día era abismal. El propio padre de Freud tuvo que abandonar sus negocios a consecuencia de la inestabilidad política. Esto es ya de por sí un ambiente propicio que estimula un espíritu crítico.
En segundo lugar su relación con su madre. Para ella era su hijo favorito y lo colmó con todo su cariño, lo que se deja traslucir en una personalidad muy segura de sí misma con el sentimiento de estar destinado para el éxito. Posteriormente esta relación con su madre quedaría trasladada a su relación con el resto de las personas (su mujer, sus amistades, sus discípulos,…).
En la relación con su padre también vemos rasgos de lo que iba a ser su trabajo. La suprema confianza otorgada por su madre unida a una actitud de indiferencia sufrida por parte de su padre le hace ser resistente a las críticas, hasta el punto de que de niño orinaba deliberadamente en el dormitorio del padre como acto simbólico de posesión de la habitación y como gesto de agresividad hacia él (claro anticipo de su teoría del complejo de Edipo). Freüd mismo recordará de adulto como cuando el padre le increpó por esto diciéndole: “Este niño nunca será nada”, consiguió grabar estas letras tan a fuego en la mente de su hijo que repetidamente soñó con el tema enumerando sus logros como réplica a esta sentencia. Posiblemente de aquí surja su veneración por los héroes militares y sus tendencias políticas. Esta rebeldía hacía las instituciones paternas es positiva en cuanto a que le proporciona un espíritu crítico y buena parte del psicoanálisis se ha basado en ello, pero no hay que olvidar que Freud era un rebelde y no un revolucionario. Un revolucionario no busca la autoridad para dominar a los demás, cosa que si que hace el rebelde. Es decir, el rebelde busca situarse a él en lugar de la autoridad, no eliminarla. Un claro ejemplo de esto son los políticos, “rebeldes” hasta que no consiguen el poder y conservadores en cuanto se hacen con él.
En cuanto a su relación con el resto de las personas vemos la proyección de imagen materna. Una necesidad de sentirse reconocido y admirado por los demás que chocaba con su otra necesidad de independencia. Freud nunca consiguió superar este conflicto que había en su interior. De esta forma sus amistades siguieron una progresión pareja de apasionada unión a los comienzos para luego terminar rompiéndose de forma aparentemente no motivada. Así fue con Breuer (su mentor, que le indicó el camino para comenzar el psicoanálisis al descubrir en Ana O que mediante el hipnotismo podía liberar los problemas de su paciente y así llegar a al alivio sus síntomas); Fliess, el compañero que lo confirmaba y reconfortaba en sus opiniones; y Jung el discípulo primeramente escogido para “penetrar en la ciudad que Freud tan sólo podía divisar” y posteriormente repudiado sin ningún motivo claro.
Ilustrativo también es que Freud tendía a apropiarse de ideas de sus amigos más íntimos hasta hacer creer que la idea era suya cuando en realidad era de un amigo. Para Frömm esto es un reflejo de su necesidad de ser alimentado por una figura materna y, subsiguientemente, llegar a una situación en que la otra parte acepte esto como muestra de compromiso o rompa definitivamente para conseguir la autonomía buscada por Freud en su contradicción personal. Así sucedió con la idea de Fliess de la bisexualidad en el hombre, que Freud quiso ver como una simple corrección de la teoría que él mismo ya había elaborado sobre la sexualidad. Tenemos aquí unido otro elemento del carácter de Freud, el autoritarismo. Aunque escuchaba otras opiniones rara vez cambiaba de pensamiento sobre una idea que ya tenía suficientemente elaborada. Han Sachs es el que nos recuerda esta afirmación.
En el autoritarismo de Freud está de nuevo la necesidad de amor incondicional de la madre aquí proyectada. O se estaba a favor de sus teorías o en su contra, de la misma manera que era un padre amable con sus hijos cuando seguían sus designios y rudo cuando no iban por este camino. Este autoritarismo de pensamiento también encontró su proyección en la Asociación psicoanalítica, que se purgaba de los miembros que no fuesen fieles al dogma. Así las ansias políticas juveniles de Freud vieron proyección en una sociedad que velaba por el mantenimiento dogmático de su pensamiento marginando todo lo que discrepase de la pauta marcada.
En cuanto a su mujer mantuvo una relación desapasionada y de relativo poco contacto propiciada por su falta de disfrute en la vida y sus propias inhibiciones sexuales que Freud quiso ver como proyección de su líbido en el trabajo. Después de un entusiasta comienzo, en el que se mostraba como un novio apasionado, poco a poco fue tornándose en ser celoso con ansias de dominación completa sobre un género que consideraba inferior al masculino (entre otras cosas no hay que olvidar que considera a las mujeres como hombres castrados).
Su pasión por la verdad y la razón, unidas a unas dotes intelectuales muy por encima del término medio fueron guías en su vida. De cómo buscó formar su trabajo, ser un hombre insigne y perdurar en el tiempo a través de él hemos visto aquí un bosquejo.
5 comentarios:
Esto me recuerda mas a lo que tenia entendido fue Freud,en sintesis fue un ser de grandes dotes intelectuales que trato de sobresalir por sobre todo y lo hizo muchas veces pero que cayo en la trampa de creerse todo y no aceptar dicentimiento o critica,muy interesante.Saludos
Justamente crítica es lo que no aceptaba, y si la aceptaba era únicamente para poder usarla en sus teorías. Esto obstaculizó en buena medida sus propios logros.
Gracias y saludos
esto confirma mis opiniones acerca de el y de sus seguidores... jamas crei, como la mayoria, que sus teorias fueran absolutas..al contrario me latian algo reduccionistas. pero eso es motivo de malas miradas donde freud se impone...
Estoy totalmente de acuerdo con tu análisis. Aunque considero que Freud es uno de los pensadores contemporáneos más brillantes, lejos de actitudes mitificadoras, conviene separar al autor de su obra. Es algo que siempre pienso cuando releo uno de mis libros favoritos, "Viaje hacia el fin de la noche" y recuerdo que Céline fue filonazi. Saludos.
Nois:
Freud buscaba que fuesen absolutas. El psicoanálisis no pudo progresar en sus comienzos debido al "cerrojazo" que impuso a todo lo que fuese crear una corriente de opinión distinta.
Dizdira: Yo también tengo opinión idéntica. El problema es que hay mucha gente que no sabe separar a la persona de su obra y fácilmente acaban en una simple idolatría. Con Heidegger pasa también mucho. Sus admiradores se niegan a aceptar su pasado nazi pese a lo que ya es evidente y cada vez lo es más (aunque sus herederos sigan esforzándose por ocultarlo).
Saludos
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